El Principio del Fin –o quizás el Final del Comienzo:
ciertas apropiaciones y paradojas de la imagen.
en nuestra precipitación
actual, no podemos percibir,olvidamos y hacemos desaparecer”.
Tal vez resulte extraño comenzar este texto
con una cita sobre el fenómeno de lo “visible”, de un artista relativamente
joven de Albania - Anri Sala- y no de algunos de los investigadores más
importantes que han analizado (de Jean Baudrillard y John Berger, a Tom
Mitchell o José Luis Brea; de George Didi Huberman, Jonathan Crary y Martin Jay,
a Mieke Bal, Rosalind Krauss o Susan Buck Morss) este complejo tema en
el panorama actual de la “civilización de la imagen”. La razón de esta cita es porque expone, a partir
de una anónima y discreta aunque contundente apropiación, algunas de las interrogantes más importantes que
han marcado las inquietudes artísticas de Fabrizio Arrieta en los últimos años (como él mismo afirma en una
conversación sostuvimos recientemente).
Por eso, más que una temprana
exposición “antológica”, lo que al parecer ha intentado Arrieta con esta muestra de la Sala 1
del MADC, es una suerte de retrospectiva parcial, fragmentaria, pero sobre auto-reflexiva
y cuestionadora de su propia práctica artística. Así, desde título mismo de la exposición –El principio del fin- con ciertas reminiscencias
que pudieran considerarse “bíblicas” e incluso “apocalípticas”, pero que más
bien aluden al carácter cíclico pero a la vez impreciso de la memoria,
Arrieta intenta revisar no solo el ejercicio de la pintura que ejerce desde hace
algunos años, sino también sus propias dudas en torno al sistema
artístico donde se desenvuelve, tanto en sus contornos “externos” -instituciones,
galerías, mercado-, como en aquellos más introspectivos dentro de
su propia obra.
vista pared este - Sala 1 MADC. |
Ejercer la “pintura” como lenguaje visual que se pregunta hoy sobre sus propios mecanismos de transformación, sus posibles sentidos, direcciones y difusas fronteras, acerca de sus potencialidades y limitaciones -luego de tantas “muertes” de lo pictórico decretadas desde el siglo XIX y hasta la actualidad- es una manera arriesgada de imponerse búsquedas nada fáciles. Fabrizio Arrieta ha asumido de una manera hábil y muy inteligente la complejidad de este reto, jugando a medio camino entre las aun vigentes condiciones auráticas -comerciales, coleccionables, legitimadoras de estatus- del ejercicio pictórico, pero a la vez subvirtiendo de una manera ambigua muchos de los requerimientos y "tics" que se espera de un pintor y sus gestos profesionales. Esto lo ha hecho desde la apropiación continua de imágenes de internet y su manipulación digital o manual, hasta pintar en base a proyecciones y realizar amplios encubrimientos a través de grandes manchas de color. En ese sentido, las estrategias de Arrieta para ejercitar la pintura, y a la vez cuestionarla, seguramente pudieran parecerle “profanas” o incluso “fraudulentas”, sobre todo a aquellos pintores puros y duros, que siguen defienden a este lenguaje visual como una suerte de sublime inspiración y dominio casi divino de la techne.
Ama et fac quod vis (ama y haz lo que quieras)
Tal vez por eso una de las estrategias a las que ha recurrido
Fabrizio Arrieta en muchas de sus propuestas, es a la apropiación y luego posproducción
de imágenes en muy diversas variantes: desde la cita textual para expresar algunas
de sus inquietudes en tanto artista -como la de Anri Sala- hasta
buena parte de los conjuntos de piezas que interactúan en El
principio del fin. No es casual, entonces, que la exposición
comience su recorrido no por la explicitación y alarde del pleno “dominio” de esa técnica y sus
resultados palpables -de manufactura, estéticos, comerciales- sino más bien
por una recreación evocativa y un tanto anárquica -como los recuerdos mismos- de la memoria del artista: desde lo más
personal e íntimo hasta lo profesional.
Esas rememoraciones implicaron poner
en escena, al inicio de la muestra misma, algunas de esas persistentes interrogantes
acerca del devenir de las inquietudes de Arrieta como pintor, y en general como
artista: desde sus enseñanzas y experiencias profesionales autodidactas,
pero también de los vacios e incertidumbres que la configuran y rodean. Quizás por eso, la
apropiación de una pequeña carta dibujada con un
texto de su hermano, augurándole un “futuro promisorio” como pintor, constituye de alguna forma un gesto metafórico de esa memoria que conecta,
de manera equivoca, el presente con un futuro incierto.
Como parte de ese acercamiento a las
interrogantes que como artista se hace Arrieta -con todos sus bemoles- un punto focal es ese primer conjunto de piezas
que funciona como una especie de instalación
in situ, es una pintura negra
cuyo nombre es -precisamente- el mismo de la exposición, y que en un primer momento evoca
a un Kasimir Malevich, Ad Reinhart o Robert Ryman, pero que a diferencia de estos artistas no
entiende el resultado de la obra como una suerte de “grado cero” de la pintura, en un sentido formalista o esteticista, sino
más bien como un "resultado accidental” al que lo llevó uno de sus ejercicios de apropiación y posproducción; y que -no
obstante- transparenta tras el incólume negro, las capas o superficies de representaciones
encubiertas del mismo.
instalación "El peso del pasado" - pintura "El principio del fin" |
En este caso, el encubridor negro pareciera dialogar con la pequeña cita -también sobre negro- que el artista sitúa como otro de los pequeños "puntos focales" de su muestra; pero igualmente, con otros momentos de la exposición, donde lo que no se percibe o no se ve, lo que se oculta o encubre, pone en evidencia justo aquello que se desea de forma latente, o que se intenta buscar tras esa “mancha” anuladora. Quizás por eso, Fabrizio Arrieta ha manifestado que lejos de la idea de consolidar un “estilo”, visual o temático, la pretensión de esta exposición es más bien la de realizar un zigzagueante o nada lineal recorrido por algunas de esas interrogantes fundamentales que lo condicionan hoy como artista, sin pretender con ello agotarlas con respuestas únicas ni contundentes.
Esa pretensión, en cualquier caso se
hace evidente si rastreamos el devenir de su formación y los resultados
de esas inquietudes en diversos conjuntos de
obras anteriores, donde la “maduración” de temas ha implicado -muchas veces- un
paralelo alejamiento o abandono de esas temáticas antes abordadas, aunque sin perder de vista una cierta
continuidad en sus búsquedas quizás más importantes: la reflexión en
torno a la pintura y sus múltiples condicionantes actuales, con la inmersión en ella de
los medios digitales y virtuales, los vínculos con otros lenguajes -sobre todo
la fotografía-, la relación con lo publicitario y la moda, la interacción de lo
textual y lo visual, de lo instintivo y reflexivo, de lo intuitivo y aprendido, entre otras
inquietudes.
“Se trata más que nada de
posibilidades, no de soluciones”
No es casual tampoco que, como parte
de esa interacción de piezas en la
muestra, se incluya un conjunto de
fotografías de estudios de artistas y sus
lienzos -principio no personalidades-
como representación de ciertos vacios y entropía (fragmentos de
espacios de trabajo, lienzos sin comenzar,
suciedad, desorden) en
contrapunto al mundo fashion, hiperestilizado,
supremamente “bello” de la moda que aborda Arrieta en muchos de sus cuadros y
que se venden en galerías comerciales para coleccionistas privados, donde ese
deseo latente de “belleza” es una condición permanente, aunque siempre
inconclusa; donde los lazos entre arte y banalidad, glamour y poder económico, adquisición y dinero, resultan fronteras
cuando menos confusas.
Por otro lado, pudiera percibirse
esta apropiación de “estudios” de artistas-fotógrafos reconocidos, como un
diálogo implícito con algunos de los referentes más directos en la formación de
Arrieta, o que han abordado este tema de las interrelaciones entre lo pictórico, lo fotográfico y la
auto-representación de esos espacios donde se “crea”: desde un Basquiat a un Gerhard Richter o Sigmar Polke, de John
Baldesari a Jeff Wall y John Hilliard,
por citar solo algunos.
instalación "Entre tú y yo no existen secretos" - tríptico "Epísodios 1-2-3" |
políptico: "Entre tú y yo no existen secretos" |
Ese carácter incompleto se podría relacionar -además- con la propia formación de Arrieta, pero también con el efecto de in-comunicación
que transmiten sus obras ante el espectador, donde parte de esas pinturas de
imágenes apropiadas, están intervenidas con manchas de color en ese mismo
proceso: signo de lo que se evidencia pero paralelamente se esconde, de la existencia
-o carencia- de información mutua como una estrategia de generación de nuevos significados
entre artista y espectador: sin un comienzo
y sin un fin...
![]() |
Crus Alegría (siempre de espalda) - video "Mal de época" |
Así, en ese recorrido de 36 pequeñas
piezas apropiadas e intervenidas, con un contrapunto permanente entre citas-textos
del libro Art Now de la Taschen, Arrieta intenta un sugestivo diálogo, tanto con las
afirmaciones de esos otros artistas que selecciona, como con el espectador mismo, desde
algunas de sus propias interrogantes: qué significa ser “artista” o cuáles son
las implicaciones de “pintar” hoy; cómo
se establece la comunicación con el “espectador”; qué tipo de vínculos se
establecen con las instituciones artísticas; o cuáles son, en última instancia,
los “alcances” del arte mismo. De tal manera,
palabras que se repiten en frases breves –“interpretar,
conocimiento, signo, objeto, autoría, aura, representación, espacio,
institución, placer”- nos inducen a dialogar con ese
ejercicio mismo de apropiación-recreación-posproducción que nos propone Arrieta.
Todo ello nos lleva,
inevitablemente, al conjunto de piezas que constituyen el “núcleo duro” del
posicionamiento actual del artista en el mercado del arte; un tema problemático
-arte y mercado, pintura y fetiche, dinero y poder- que Arrieta
cuestiona sutilmente en la muestra. Así,
la decisión museográfica de situar sus más reconocidas piezas
individuales en una especie de “políptico”
o exhibición conjunta en una gran pared del museo -tipo salón siglo XVIII-XIX- que las hace interactuar entre ellas, pero que
a la vez les escamotea la individualidad tan propio de la pintura, impidiéndole
al espectador verlas y “disfrutarlas” como piezas que emanan significados únicos, auráticos, considero es uno de los riesgos más logrados de Arrieta en esta exposición.
pared este Sala 1 - MADC |
Por otro lado, los temas que abordan
esas obras y sus títulos mismos, a partir de nombres incompletos, banales o
numerados -al estilo de Channel#0,
Silencio#1, Boceto, Master piece Vandalized- se vincula directamente a ese
mundo de la moda y de la publicidad, de la belleza ideal o estereotipada, de la gestualidad, los espacios y cuerpos manidos e irreales,
pero que siempre se topa con ese encubrimiento que no devela del todo sus
contenidos, y que el artista asume con
una ironía -encubierta- y una burla -solapada- hacia ese mismo mundo que adquiere con
su poder económico algo que, sin embargo, tal vez nunca tendrá:
eso que se oculta tras la mancha irregular, que se nos torna invisible no solo
como significado, sino inclusive como “imagen del deseo” que la materialidad y la misma del cuadro no resuelve.
“Estoy
al borde de un abismo, pero la vista desde aquí es excepcional”
En contrapunto al carácter imponente
de esas grandes piezas, otra muy pequeña propuesta, casi invisible también en la enorme sala 1 del MADC, creo
que resulta fundamental en esta exposición: es ese pequeño collage -Sin Título-
a medio camino entre lo manual y lo digital, lo informal y lo oculto, hecho a partir de una copia escaneada y retocada, pero enmarcada en un ostentoso marco dorado.
En esta pieza considero que Arrieta, de cierta manera
sintetiza ese cuestionamiento a las difusas fronteras entre pintura y
fotografía, original y copia, apropiaciones
y manipulaciones, aura y mercado,
manualidades y tecnología, encubrimiento y descubrimiento, que propone a lo largo de la
muestra.
![]() |
S.T - collage |
Esa diminuta pieza siento que dialoga -además- tanto con la cita de Anri Sala expuesta al inicio, y con ese pequeño dibujo infantil del hermano de Arrieta, donde le augura un “gran futuro” como artista: triángulo de pequeñas obras -especies de “agujeros negros”- que encubren más que descubrir, que velan más que evidenciar, las paradojas de esta muestra.Tal vez por eso, la idea de situar un espejo casi a final de la exposición, para generar un “juego especular” con respecto al espacio y un punto de inflexión en la exposición misma, junto al metafórico video La creación del hombre, funcionan aquí como un simbólico contrapunto a esas contradicciones que propone Arrieta en El principio del fin.
video "La creación del hombre" |
En este video, a modo de juego chinesco, una mano intenta atrapar a su propia sombra; imposibilidad que es acompañada de vacuas risas, como en un show televisivo. Y aquí la elipsis -y la ironía- no podrían ser más certeras, pero críptica y poética a la vez (según interpreto, claro): como un nuevo Platón en su “caverna”, el arte contemporáneo intenta atrapar la etérea re-presentación de sí mismo, pero no recibe como recompensa más que unas risas fantasmales...La creación del hombre, esa que estamparon nuestros antepasados al dejar sus marcas rituales y prácticas a la vez sobre las cavernas, se nos devuelven -hoy- pero a través de etéreas, fantasmales, aunque tecnológicas, imágenes risueñas.
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