DELE FOCO & TEATRO URBANO
Club de Cine Alternativo
MICHAEL HANEKE
"Mis películas son bofetadas en plena cara”.
Jueves 7 de julio (8pm): El video de Benny (1992)
Jueves 14 de julio (8pm): El séptimo continente (1989)
Jueves 21 de julio (8pm): Funny games (1997)
Jueves 28 de julio (8pm): Caché (2005)
ENTRADA GRATUITA
ENTRADA GRATUITA
. Selección y comentarios: Ernesto Calvo.
. Dirección: Costado sur de la Plaza de la Democracia, San José centro.
Iniciamos este recorrido por filmes de realizadores claves aunque sumamente polémicos dentro del cine contemporáneo, con uno de sus personalidades más sólidas pero a la vez controvertidas: el alemán-austriaco Michael Haneke. Filósofo, psicólogo, profundo conocedor del mundo del teatro y la televisión, Haneke ha realizado desde finales de los años 80´ algunas de las películas más desasosegantes del cine actual, con historias crudas, críticas y en ocasiones muy escépticas acerca de los vínculos humanos y las diferentes condicionantes que determinan sus comportamientos.
Luego de una larga experiencia en el teatro y la televisión, Haneke debutó como director con El séptimo continente (1989), un filme destinado a la televisión pero que fue rechazado para su exhibición en este medio, por la crudeza de la historia que mostraba –paradójicamente basada en hechos reales- donde se narra la gradual descomposición de una familia formada por un matrimonio y una hija pequeña.
No obstante, el reconocimiento internacional a Haneke le llegó por la muy cruel y a la vez fría El vídeo de Benny (1992), donde este director asentó algunas de las bases fundamentales de su cine, marcado por las reflexiones en torno a la in-comunicación humana, las tensas relaciones familiares de la clase media, los dilemas interculturales y los vínculos de pareja. A esta etapa de su cine, nombrado como de “glaciación emocional”, pertenece también 71 fragmentos de una cronología del azar (1994), que aborda el tema de la falta de solidaridad en las sociedades contemporáneas, a partir del acercamiento a varios personajes unidos casualmente por un tiroteo en una sucursal bancaria; un tema que retomó nuevamente, pero con menos violencia explícita en Código desconocido (2000), donde entrecruza los vivencias de varios personajes un barrio de París.
Con Funny Games (1997), un excéntrico thriller donde dos jóvenes secuestran en su propia casa de campo a un matrimonio y a su hijo, sin razón aparente, para someterles a todo tipo de vejaciones, Haneke obtuvo un amplio reconocimiento no solo crítico sino de público; tanto que con este filme hizo 10 años después un remake norteamericano, con Naomi Watts como una de sus protagonistas. Más tarde, con La pianista (2002), basada en la polémica novela de la premio nobel austriaca Elfriede Jelinek, y con Isabelle Huppert interpretando a una reprimida y sadomasoquista profesora de piano que se obsesiona por uno de sus alumnos, este director ahondó en algunas de las más oscuras obsesiones humanas, marcadas por el sexo, el deseo y las relaciones de poder.
El impacto de este filme le hizo ganar el premio principal en el Festival de Cannes, algo que Haneke ha repetido con otras dos ocasiones, con dos de sus filmes más potentes y a la vez polemicos: Caché (2005) y La cinta blanca (2009). En el primero, acercándose metafóricamente -a través de la figura de un periodista francés y un marroquí- a los complejos de culpa de Occidente respecto a sus antiguos colonizados, pero también a la obsesión y paranoia por la omnipresente tecno-vigilancia a que somos sometidos en las sociedades actuales. Y en el caso de La cinta blanca -su último filme- adentrándose en las raíces históricas, culturales y humanas de la violencia y la intolerancia, relacionadas con el surgimiento del nazismo en Alemania, pero que se expande a cualquier tipo de posición excluyente y racista que parta de preceptos de supuesta superioridad nacional(ista) o racial.
De tal modo, abordando desde temáticas o disímiles perspectivas, múltiples confrontaciones y dilemas de las entornos sociales actuales, pero sobre todo las interrogantes más íntimas del individuo en sus inseguridades y traumas más recónditos, Haneke se ha convertido en uno de los mayores cronistas -o mejor: diseccionistas- de un estado de “malestar” (parafraseando a Freud) de las sociedades contemporáneas, demostrando con ello poseer, como é l mismo afirma, un “ sexto sentido para detectar el dolor cuando miro el mundo que me rodea”, pues como también dice de forma contundente al referirse a las intenciones más profundas de su cine : “El papel del cineasta es rascar donde duele, desvelar lo que no se quiere saber ni ver…Apuesto por un cine que aporte insistentes preguntas en lugar de respuestas falsas, que clarifique las distancias en lugar de provocar demasiada cercanía, que abogue por la provocación en lugar del consenso”.
Así, inconformista y revulsivo, pero a la vez sutil y propenso a plantear cuestiones fundamentales sin ninguna intención de responderlas, las propuestas de Haneke constituyen tal vez una de las formas más profundas y a la vez desequilibrantes de aproximarse al cine y sus estrechos vínculos con diversas interrogantes humanas en nuestros días.
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