20 sept 2012

Fabrizio Arrieta: El principio del fin.


El Principio del Fin –o quizás el Final del Comienzo:
ciertas  apropiaciones y paradojas  de la imagen. 


 “Quizá insisto en hacer visibles cosas que me parecen significativas y que,
en nuestra precipitación actual, no podemos percibir,olvidamos  y hacemos desaparecer”.
 
Tal vez resulte extraño comenzar este texto con una cita sobre el fenómeno de lo “visible”, de un artista relativamente joven de Albania - Anri Sala- y no de algunos de los investigadores más importantes que han analizado (de Jean Baudrillard y John Berger, a Tom Mitchell o José Luis Brea; de George Didi Huberman, Jonathan Crary y Martin Jay, a Mieke Bal, Rosalind Krauss o Susan Buck Morss)  este complejo  tema  en el  panorama  actual de la “civilización de la imagen”.  La razón de esta cita es porque expone, a partir de una anónima y discreta aunque contundente apropiación,  algunas de las interrogantes más importantes que han marcado las inquietudes artísticas de Fabrizio Arrieta en los últimos años (como él mismo afirma  en una conversación sostuvimos recientemente).

Por eso, más que una temprana exposición  “antológica”, lo que al parecer ha intentado Arrieta con esta muestra de la Sala 1 del MADC, es una suerte de retrospectiva parcial, fragmentaria, pero sobre auto-reflexiva y cuestionadora de su propia práctica artística. Así, desde título mismo de la exposición –El principio del fin- con ciertas reminiscencias que pudieran considerarse “bíblicas” e incluso “apocalípticas”, pero que más bien aluden al carácter  cíclico pero a la vez impreciso de la memoria, Arrieta intenta revisar no solo el ejercicio de la pintura que ejerce desde hace algunos años, sino también sus propias dudas en torno al sistema artístico donde se desenvuelve, tanto en sus contornos “externos” -instituciones, galerías, mercado-, como en aquellos más introspectivos dentro de su propia obra.    
vista pared este - Sala 1 MADC.

Ejercer la “pintura”  como lenguaje visual que se pregunta hoy sobre sus propios mecanismos de transformación, sus posibles sentidos, direcciones y difusas fronteras, acerca de sus potencialidades y limitaciones -luego de tantas “muertes” de lo pictórico decretadas desde el siglo XIX y hasta la actualidad- es una manera arriesgada de imponerse búsquedas nada fáciles.  Fabrizio Arrieta ha asumido de una manera hábil y muy inteligente la complejidad de este reto, jugando a medio camino entre las aun vigentes condiciones auráticas -comerciales, coleccionables, legitimadoras de estatus- del ejercicio pictórico, pero a la vez subvirtiendo de una manera ambigua muchos de los requerimientos  y  "tics" que se espera de un pintor y sus gestos profesionales. Esto lo ha hecho desde la apropiación continua de imágenes de internet y su manipulación digital o manual, hasta pintar en base a proyecciones y realizar amplios encubrimientos a través de grandes manchas de color. En ese sentido,  las estrategias de Arrieta para ejercitar la pintura, y a la vez cuestionarla,  seguramente pudieran parecerle “profanas” o incluso “fraudulentas”, sobre todo a aquellos  pintores puros y duros,  que siguen defienden a este lenguaje visual como una suerte de  sublime inspiración y dominio casi divino de la techne

 
Ama et fac quod vis (ama y haz lo que quieras) 

Tal vez por eso una de las estrategias a las que ha recurrido Fabrizio Arrieta en muchas de sus propuestas, es a la apropiación y luego posproducción de imágenes en muy diversas variantes: desde la cita textual para expresar algunas de sus inquietudes en tanto artista -como la de Anri Sala- hasta buena parte de los conjuntos de piezas que interactúan  en El principio del fin. No es casual, entonces, que la exposición comience su recorrido no por la explicitación y alarde del  pleno “dominio” de esa técnica y sus resultados palpables -de manufactura, estéticos, comerciales- sino más bien por una recreación evocativa y un tanto anárquica -como los recuerdos mismos-  de la memoria del artista: desde lo más personal e íntimo hasta lo profesional. 

Esas rememoraciones implicaron poner en escena, al inicio de la muestra misma, algunas de esas persistentes interrogantes acerca del devenir de las inquietudes de Arrieta como pintor, y en general como artista: desde sus enseñanzas y experiencias profesionales autodidactas, pero también de los vacios e incertidumbres que la configuran y rodean. Quizás por eso, la apropiación de una pequeña carta dibujada con un texto de su hermano, augurándole un “futuro promisorio”  como pintor, constituye de alguna forma un gesto metafórico de esa memoria que conecta, de  manera equivoca, el presente con un futuro incierto.  


Como parte de ese acercamiento a las interrogantes que como artista se hace Arrieta -con todos sus bemoles- un punto focal es ese primer conjunto de piezas que funciona como una especie de instalación in situ, es una pintura negra cuyo nombre es -precisamente- el mismo de la exposición, y que en un primer momento evoca a un Kasimir Malevich, Ad Reinhart o Robert Ryman,  pero que a diferencia de estos artistas no entiende el resultado de la obra como una suerte de “grado cero” de la pintura,  en un sentido formalista o esteticista, sino más bien como un "resultado accidental” al que lo llevó uno de sus  ejercicios de apropiación y posproducción; y que -no obstante- transparenta tras el incólume negro, las capas o superficies de representaciones encubiertas del mismo. 

instalación "El peso del pasado" - pintura "El principio del fin"

En este caso, el encubridor negro pareciera dialogar con la pequeña cita -también sobre negro- que el artista sitúa como otro de los pequeños "puntos focales" de su muestra; pero igualmente, con otros momentos de la exposición,  donde lo que no se percibe o no se ve,  lo que se oculta o encubre, pone en evidencia justo aquello que se desea de forma latente, o que se intenta buscar tras  esa “mancha”  anuladora. Quizás por eso, Fabrizio Arrieta ha manifestado que lejos de la idea de consolidar  un “estilo”, visual o temático, la pretensión de esta exposición es más bien la de realizar un zigzagueante o nada lineal recorrido por algunas de esas interrogantes fundamentales que lo condicionan hoy como artista, sin pretender con ello agotarlas con respuestas únicas ni contundentes. 

Esa pretensión, en cualquier caso se hace evidente si rastreamos el devenir de su formación y los resultados de esas inquietudes en diversos conjuntos de  obras anteriores, donde la “maduración” de temas ha implicado -muchas veces- un paralelo alejamiento o abandono de esas temáticas antes abordadas,  aunque sin perder de vista una cierta continuidad en sus búsquedas quizás más importantes: la reflexión en torno a la pintura y sus múltiples condicionantes actuales, con la inmersión en ella de los medios digitales y virtuales, los vínculos con otros lenguajes -sobre todo la fotografía-, la relación con lo publicitario y la moda, la interacción de lo textual y lo visual, de lo instintivo y reflexivo,  de lo intuitivo y aprendido, entre otras inquietudes. 

políptico "principios no personalidades"

“Se trata más que nada de posibilidades, no de soluciones” 

No es casual tampoco que, como parte de esa interacción de piezas en la muestra, se incluya un conjunto de fotografías de estudios  de artistas y sus lienzos -principio no personalidades- como representación de ciertos vacios y entropía (fragmentos de espacios de trabajo, lienzos sin comenzar,  suciedad, desorden)  en contrapunto al mundo fashion, hiperestilizado, supremamente “bello” de la moda que aborda Arrieta en muchos de sus cuadros y que se venden en galerías comerciales para coleccionistas privados, donde ese deseo latente de “belleza” es una condición permanente, aunque siempre inconclusa; donde los lazos entre arte y banalidad, glamour y poder económico, adquisición y dinero, resultan fronteras  cuando menos confusas.  

Por otro lado, pudiera percibirse esta apropiación de “estudios” de artistas-fotógrafos reconocidos, como un diálogo implícito con algunos de los referentes más directos en la formación de Arrieta, o que han abordado este tema de las interrelaciones entre  lo pictórico, lo fotográfico y la auto-representación  de esos espacios donde se “crea”: desde un Basquiat a un Gerhard Richter o Sigmar Polke, de John Baldesari a Jeff Wall  y John Hilliard, por citar solo algunos.  
 instalación "Entre tú y yo no existen secretos" - tríptico "Epísodios 1-2-3"
políptico: "Entre tú y yo no existen secretos" 
Estas apropiaciones de espacios y autores se relacionan, a su vez, con otro conjunto de piezas en la exposición de Arrieta, donde los vínculos que se priorizan son la interacción entre imagen y texto, tanto en las propuestas intervenidas con citas de artistas -Entre tú y yo no existen secretos- provenientes  de un libro sobre arte contemporáneo de la Taschen,  o el video Mal de época, así como en las tres pinturas -Epísodios 1-2-3- donde el artista desplaza esas reflexiones hacia una interacción no solo entre lo visual y lo textual, sino de la figuración a la abstracción, concibiendo esas manchas encubridoras  de la representación en contrapunto a  fragmentarios textos de evocación poética, propios o apropiados.         

Ese carácter incompleto se podría relacionar -además- con la propia formación de Arrieta, pero también con el efecto de in-comunicación que transmiten sus obras ante el espectador, donde parte de esas pinturas de imágenes apropiadas, están intervenidas con manchas de color en ese mismo proceso: signo de lo que se evidencia pero paralelamente se esconde, de la existencia -o carencia- de información mutua como una estrategia de generación de nuevos significados entre artista y espectador: sin un comienzo y sin un fin... 
políptico "Epísodios 1-2-3" - video "Mal de época"  
Crus Alegría (siempre de espalda) - video "Mal de época"
Así, en ese recorrido de 36 pequeñas piezas apropiadas e intervenidas, con un contrapunto permanente entre citas-textos del libro Art Now de la Taschen, Arrieta intenta un sugestivo diálogo, tanto con las afirmaciones de esos otros artistas que selecciona, como con el espectador mismo, desde algunas de sus propias interrogantes: qué significa ser “artista” o cuáles son las implicaciones de “pintar” hoy;  cómo se establece la comunicación con el “espectador”; qué tipo de vínculos se establecen con las instituciones artísticas; o cuáles son, en última instancia, los “alcances” del arte mismo.  De tal manera, palabras  que se repiten  en  frases breves –“interpretar, conocimiento, signo, objeto, autoría, aura, representación, espacio, institución, placer”- nos inducen a dialogar con ese ejercicio mismo de apropiación-recreación-posproducción que nos propone Arrieta.   

Todo ello nos lleva, inevitablemente, al conjunto de piezas que constituyen el “núcleo duro” del posicionamiento actual del artista en el mercado del arte; un tema problemático -arte y mercado, pintura y fetiche, dinero y poder- que Arrieta cuestiona sutilmente en la muestra.  Así, la decisión museográfica de situar sus más reconocidas piezas individuales en una especie de  “políptico” o exhibición conjunta en una gran pared del museo -tipo salón siglo XVIII-XIX-  que las hace interactuar entre ellas, pero que a la vez les escamotea la individualidad tan propio de la pintura, impidiéndole al espectador verlas y “disfrutarlas” como piezas que emanan significados únicos, auráticos, considero es uno de los riesgos más logrados de Arrieta en esta exposición. 

 pared este Sala 1 -  MADC 
 
Por otro lado, los temas que abordan esas obras y sus títulos mismos, a partir de nombres incompletos, banales o numerados -al estilo de Channel#0, Silencio#1, Boceto, Master piece Vandalized- se vincula directamente a ese mundo de la moda y de la publicidad, de la belleza ideal o estereotipada, de la gestualidad, los espacios y cuerpos manidos e irreales, pero que siempre se topa con ese encubrimiento que no devela del todo sus contenidos,  y que el artista asume con una ironía -encubierta- y una burla -solapada- hacia ese mismo mundo que adquiere con su poder económico algo que, sin embargo, tal vez nunca tendrá: eso que se oculta tras la mancha irregular, que se nos torna invisible no solo como significado, sino inclusive como “imagen del deseo” que la materialidad y la misma del cuadro no resuelve.  

Estoy al borde de un abismo, pero la vista desde aquí es excepcional”

En contrapunto al carácter imponente de esas grandes piezas, otra muy pequeña propuesta, casi invisible también en la enorme sala 1 del MADC, creo que resulta fundamental en esta exposición: es ese pequeño collage -Sin Título- a medio camino entre lo manual y lo digital, lo informal y lo oculto, hecho  a partir de una copia escaneada y retocada,  pero enmarcada en un ostentoso marco dorado. En  esta pieza considero que Arrieta, de cierta manera sintetiza ese cuestionamiento a las difusas fronteras entre pintura y fotografía, original y copia,  apropiaciones y  manipulaciones, aura y mercado, manualidades y  tecnología,  encubrimiento y  descubrimiento, que propone a lo largo de la muestra.  

S.T - collage

Esa diminuta pieza siento que dialoga -además- tanto con la cita de Anri Sala expuesta al inicio, y con ese pequeño dibujo infantil del hermano de Arrieta, donde le augura un “gran futuro” como artista: triángulo de pequeñas obras -especies de “agujeros negros”- que encubren más que descubrir, que velan más que evidenciar,  las paradojas  de esta muestra.Tal vez por eso, la idea de situar un espejo casi a final de la exposición, para generar un “juego especular” con respecto al espacio y un punto de inflexión en la exposición misma, junto al metafórico video La creación del hombre, funcionan aquí como un simbólico contrapunto a esas contradicciones que propone Arrieta en El principio del fin. 
video "La creación del hombre"

En este video, a modo de juego chinesco, una mano intenta atrapar a su propia sombra; imposibilidad que es acompañada de vacuas risas,  como en un show  televisivo. Y aquí la elipsis -y la ironía- no podrían ser más certeras, pero críptica y poética a la vez (según interpreto, claro): como un nuevo Platón en su “caverna”, el arte contemporáneo intenta atrapar la etérea re-presentación de sí mismo, pero no recibe como recompensa más que unas risas fantasmales...La creación  del hombre, esa que estamparon nuestros antepasados al dejar sus marcas rituales y prácticas a la vez sobre las cavernas, se nos devuelven -hoy- pero a través de etéreas, fantasmales, aunque tecnológicas, imágenes risueñas.  

17 sept 2012

Esto no es un áncora: políticas editoriales, estética y arte contemporáneos



Esto no es un áncora
 
de políticas editoriales, arte y estética contemporáneas


La “polémica” que se ha suscitado en los últimos días, a través de correos electrónicos, sobre la responsabilidad de un semanario cultural –Ancora, de La Nación- en el abordaje y visibilización de temas relacionados con arte y cultura visual contemporáneas, ha derivado en varias intervenciones y algún artículo reciente que, al haberlos leído y contrastado, me han llamado la atención no solo por lo que dicen o expresan, sino por lo que subyace tras ellos, por lo que omiten más que por lo que evidencian... 

Expresaré aquí mis puntos de vista acerca de algunos de ellos, y los publico en mi blog personal, pues considero que justamente uno de los aspectos neurálgicos que se está debatiendo aquí, es no solo la falta de información, conocimiento y/o los prejuicios de este medio masivo de información –o más bien de su editor- en cuanto a las problemáticas de estética, arte y cultura visual contemporáneas, sino acerca de “políticas editoriales” en general.  

. Sobre “políticas editoriales”:

El Sr. Hurtado, editorialista jefe –y al parecer único- del semanario Ancora, ante las interrogantes y los cuestionamientos que se le han hecho a través de múltiples correos electrónicos en semanas recientes, expuso de manera diáfana su punto de vista al respecto: “el responsable del contenido soy yo”. Con esa frase, el Sr. Hurtado me hizo recordar aquella célebre -L'État, c'est moi”-  que pronunció Luis XIV a finales del siglo XVII, aunque en este caso acotadas a las escasas páginas a las que ha sido reducido el semanario Ancora.

Siguiendo su etimología misma, pareciera que “anclar” sus perspectivas en algún sitio bien hondo y oculto es la intención de este semanario, pues en los últimos años se ha alejado de lo que debería ser su propósito principal: actualizar, interactuar, debatir, polemizar, increpar -aun con propósitos informativos y educativos- al  medio artístico y cultural costarricense; y más allá, ponerlo a  dialogar con problemáticas y temas que rebasen su contexto físico y simbólico. 

Por eso me cuestiono si existe algo parecido a una política o línea “editorial” en este semanario, o simplemente está sometido a lo que se le ocurra o antoje publicar a su editor- jefe, pues sino existe un equipo editorial -como es algo común, y profesional, en cualquier semanario o revista literaria-cultural que se respete-, al menos deberían existir algunos especialistas o “asesores” editoriales de los múltiples temas relacionados con las artes, que orienten al menos  a este señor, pues es imposible que una sola persona pueda abarcar todos los conocimientos suficientes para tomar decisiones editoriales sobre las muy diversas  tendencias o eventos del arte y la cultura que se producen en la época actual, aun en un contexto pequeño como el costarricense. 

Que no existan esos asesores editoriales para darle una perspectiva un poco más plural y abierta a lo que se publica en este semanario, pero además, que muchos colaboradores anteriores –escritores, ensayistas, críticos, periodistas, como mencionó alguien en uno de los correos- que antes publicaban en este medio, no lo hagan en la actualidad, habla por sí solo de las in-capacidades del Sr. Hurtado para atraer a profesionales valiosos en sus especialidades.     

Ahora bien, aparte de dejarnos claro que solo “él” es quien decide qué se publica -o no- en el semanario Ancora, y por lo tanto, seguramente qué temas se abordan, el otro argumento, aun más sorprendente, que el Sr. Hurtado esgrime para sustentar su “política editorial”, es el  “manual" de escritura que receta a sus colaboradores, y para ello acude a una frase no menos antológica: “Lo que no se entiende no se publica porque no se lee” (textos “vagos, metafísicos” les llama); para luego situarse él mismo como una especie de “lector-escritor” común o promedio, aun cuando los breves textos  que he leído suyos -llamados “Disquisiciones”-  están justamente plagados de vagas referencias a filósofos, literatos, etc., de al menos dos siglos de antigüedad casi siempre, que pudieran considerarse  precisamente “metafísicas”,  pues no se toma el mínimo trabajo de situarlas en sus con-textos históricos y de pensamiento.  

Al menos para mí como lector (que no me considero “promedio”, como dice de sí mismo el Sr Hurtado),  sus “disquisiciones”  me resultan de los más críptico pero a la vez de lo menos disfrutable que he podido leer en un semanario cultural o literario,  pues ni abordan un tema específico, ni llegan a ningún lugar en los "argumentos" que plantean, y por ello mismo se vuelven justo un modelo “di-vagación metafísica”. El Sr. Hurtado, que al parecer se considera un émulo de Jorge Luis Borges y dicta manuales de escritura, no ha entendido que el lugar para publicar sus breves “disquisiciones”, no es  un semanario cultural, sino un libro de miniprosa  -ensayística, poética, o como quiera llamarle- que pudiera financiarse él mismo, sino encuentra una editorial que se decida a publicarlo. 

Por lo tanto –y para no divagar más- que alguien que escribe esos tan breves aunque inentendibles textos, anteponga un “manual de estilo" hecho por sí mismo, para dictar quién pública o no en “su” semanario, no deja de ser sospechoso de que el verdadero motivo de tal particular política editorial, no es tanto el “estilo” gramatical o literario del que desea publicar, sino de quién y qué se desea publicar.  Pienso que, en última instancia, eso es lo que está detrás de ese famoso manual  y de la escasa y selectiva publicación de temas sobre arte –y más específicamente sobre arte contemporáneo- que se maneja en este  semanario desde hace algunos años y hasta la actualidad.

Igualmente, que se esgrima el pretexto de “claridad textual” hacia un “público promedio”,  tomándose a sí mismo como medida del “lector ideal”,  sin que se nos justifique bajo qué normas o parámetros  se realizó ese manual, no es serio ni sustentable desde ningún punto de vista: ¿sobre qué criterios periodísticos, literarios, gramaticales se realiza  esto? ¿o es que el Sr. Hurtado tiene la  “verdad” sobre el recurso de la comunicación periodística-cultural para públicos diversos en su mente? ¿cómo demuestra este editorialista quién “entiende” -o no- los textos que se publican en su semanario, tanto a nivel de temas como de contenidos y estilo?  ¿acaso recibe la continua retroalimentación crítica de amigos “lectores”, porque al menos en la web, los artículos están plagados de “cero” comentarios, según constaté en días recientes.

He trabajado como crítico de artes  visuales y cine para varios medios -incluida La Nación-  tanto masivos como especializados en Costa Rica,  Latinoamérica, EE.UU. y Europa, y  nunca un editorialista me había espetado un “manual” como base para publicar en esos medios, pues se trata de un simple respeto profesional. Si un editorialista tiene algún cuestionamiento a lo que escribió un colaborador –sea de contenidos o de estilo- en un artículo determinado, lo que hace es comentarlo directamente al que escribe, para negociarlo como política editorial.   Todos estos cuestionamientos los hago, además, porque asumo que esos criterios periodísticos de supuesta "objetividad o equilibrio" en la escogencia de información, contenidos, temas, formas o estilos de redacción,  no dejan de ser -en este caso específico- sumamente antojadizos y arbitrarios, lo cual no tendría ningún problema si este medio fuera el semanario, revista o página web particular de este señor,  que no lo es.

Por eso considero particularmente, y no lo generalizo (como si lo hace el Sr. Hurtado  al situarse como una especie de lector-editor "ideal” en la escogencia de lo que se publica o no en Ancora y de lo que pueden leer o no sus lectores)  que este semanario ha perdido en los últimos años la presencia y repercusión tanto mediática como informativa que tenía hace un tiempo en el medio artístico y cultural costarricense, pues se ha convertido en un aburrido espacio de  artículos breves -estilo “reader´s digest”- que no tratan ni con seriedad ni con profundidad, en la mayoría de los casos, las “ciencias” y las “artes” que se proponen abordar; pero que tampoco realiza lo que debería ser –a mi entender- su objetivo principal: no solo “informar”, sino visibilizar y situar problemas, debatir y polemizar dentro del  medio artístico y cultural costarricense, y más allá de éste; pero además,  ponerlo a  dialogar con temas y problemáticas más allá de su contexto.  

En cuanto a la escritura misma y sus bemoles, un semanario cultural más que ningún otro medio –deportivo, de moda, de farándula, etc- precisamente por las características  de los lectores a  los que va dirigido, se supone más interesados y abiertos a estos "experimentos",  puede  permitirse la libertad de ser más flexible e incluso arriesgado con el lenguaje que maneja, tanto textual como visual, pues precisamente sus potenciales lectores y colaboradores, trabajan o están cercanos a estos campos de escritura y visualidad. Así, si nos guiáramos  por las normas del manual del Sr Hurtado, me imagino que los espacios más o menos masivos de reflexión y crítica artísticas, no hubieran podido ir más allá del carácter didáctico que le confería a estos escritos Diderot, que en la época en que fueron expuestas eran muy necesarias por la función educativa que podrían desarrollar, pero que esgrimirlas en la actualidad -de manera ortodoxa- resulta no solo profundamente conservador, sino además un sinsentido. Como expuso Charles Baudelaire a mediados del siglo XIX -y también lo hizo Oscar Wilde a finales de ese siglo, y lo enfatizó  Roland Barthes en "Crítica y Verdad" o Tzvetan Todorov en sus entrevistas-conversaciones de "Crítica de la crítica"- las reflexiones sobre artes y literatura en medios masivos deben ser serias en sus planteamientos y contenidos, pero a la vez apasionadas y vehementes en sus argumentos y puntos de vista, no  un rejuego de retórica apolinea -belleza, perfección y armonia ante todo- para supuestamente  hacerlas  "diáfanas, equilibradas, legibles"; qué hubiera quedado de la experimentación literaria (de Cervantes a Joyce), ensayística (de Montaigne a Paz), crítica (de Baudelaire a Barthes), si siguiéramos esas ortodoxas reglas de escritura. 

Por otro lado, desde el "lector" y los recursos de comunicación:  considerar a quienes leen o quienes miran, tanto en un sentido visual como textual, especie de sub-normales, que hay que darles temas y escrituras  “didácticas-entendibles”, o sea, predigeridas y sosas, con un criterio "editorial" que no tiene ningún tipo de fundamentación ni sustento palpable (si acudimos al paradigma de las “estadísticas” o de las “ciencias” para sustentar esto), no es más que puro personalismo, disfrazado de “objetividad” periodística.   

 . Sobre estética y arte contemporáneos:       

El tema del “arte contemporáneo”, su in-visibilidad y los prejuicios con que ha sido  analizado, fue la base sobre la que se cuestionaron las posiciones de ese semanario en los correos de días recientes, lo que me permitió leer algunas afirmaciones o breves comentarios del editorialista de Ancora, que me resultaron muy llamativos de sus percepciones al respecto, más por sus desconocimientos y lo que omite,  que por lo que dice... 

Así, en una breve disertación sobre la diferencia entre “artes plásticas” y “artes visuales”, el Sr. Hurtado recurre a Aristóteles para legitimar su distinción (lo cito: “Las artes plásticas son las que ofrecen objetos físicos que revelan trabajo de la forma. Las artes visuales son las que se hacen para que la gente las vea. Esto equivale a la diferencia aristotélica de la especie y el género”)

Con esta confusa referencia a Aristóteles, obtenida de quien sabe qué “interpretante”, el editor demuestra sus cuestionables conocimientos sobre el tema al que se refiere. Para cualquier profesor o conocedor de estética, esta alusión no resulta más que una pedantería innecesaria y -por lo demás- errada, pues es sabido que lo que nos ha llegado fragmentariamente de Aristóteles, referido a la estética y las distinción entre artes, pertenece a la primera parte de su Poética, donde este filósofo no realiza directamente ninguna distinción explícita entre artes “plásticas” y “visuales”, pues esos términos simplemente no existían en la antigüedad griega tal y como se conocen hoy. Por lo tanto, la extrapolación que realiza el Sr. Hurtado a la supuesta diferencia entre "especie y género" para referirse a las artes "plásticas y visuales", refleja esa necesidad de establecer continuamente distinciones entre técnicas o lenguajes, contenido y forma, tan propio de una modernidad que leyó de una manera bastante formalista, tanto a Platón y Aristóteles, como a la tradición renacentista-iluminista que la continuó.   

Las distinciones entre artes visuales y literarias, entre artes manuales, bidimensionales o espaciales -en “Occidente” al menos-, aunque proceden indirectamente de la tradición clásica greco-romana, fueron totalmente actualizadas como distinción genérica y conocimiento general, desde el surgimiento de la estética como “disciplina” a lo largo del  siglo XVIII: del Laooconte de Lessing y la Crítica del Juicio de Kant, pasando por todo el siglo XIX –de Hegel a Nietzsche-; para desembocar en los estudios especializados del siglo XX de historiografía del arte –iconología, sociología, etc-, así como en la irrupción de los medios tecnológicos, la fotografía y el cine sobre todo,  en el ámbito estético-artístico desde el siglo XIX y durante el  XX y hasta la actualidad, donde los medios digitales-virtuales vuelven aun más complejas y difusas estas supuestas distinciones o fronteras que se pretendieron  realizar entre las “artes”. O sea, desde Aristóteles -que sin duda fue y sigue siendo, a pesar del origen difuso de sus escritos,  una base muy importante para entender algunas distinciones y elementos relacionados con las artes y la estética- ha llovido mucho, y no solo en Costa Rica, y los planteamientos dedicados a la estética y las distinciones entre lo “plástico” y lo “visual”, tienen una infinidad de referentes más actuales y precisos que Aristóteles: desde Panofsky, Gombrich o Warburg, hasta  Danto, Didi-Huberman, Foster o  Mitchell, para mencionar solo unos pocos... 

Por eso, la anacrónica “distinción” que este editor hace y las percepciones estéticas que deben acompañarlas como referentes (posiblemente más cercana a la idea de “mímesis” de Platón y lo apolineo, que a la de catarsis o re-creación de lo real desde la representación que expone Aristóteles  sobre todo en torno al teatro, que fue sobre lo que más escribió o analizó),  cuando menos debería actualizarlas, para que en una explicación periodística sobre el tema, no tenga que recurrir a tan añejos  referentes. 

Por otro lado, si el Sr. Hurtado se actualizara un poco en sus lecturas ensayísticas y filosóficas, se daría cuenta que incluso algunos de los filósofos a los que alude irónicamente como “popmodernos” (como hizo con el texto sobre lo “contemporáneo” de Giorgio Agamben, que recomendó Sergio Villena en los correos), para ningunearlos, tienen posiciones críticas   respecto al arte y la cultura visual posmoderna y contemporánea.  Quizás por eso, solo se le ocurrió acudir al endeble panfleto  de  A. Sokal y J. Bricmont -Imposturas intelectuales-  que supuestamente cuestiona a un grupo de autores contemporáneos claves de ascendencia francesa (de Julia Kristeva a Jacques Lacan, pasando por Jacques Derrida o Jean Baudrillard) por supuestamente “abusar” de manera arbitraria, de conceptos y términos de las ciencias y no aportar argumentos “demostrables” para sus afirmaciones; sin tratar de comprender -como han analizado múltiples especialistas en estos temas- las particularidades de los libros-ensayos  y autores que ponen aparentemente en entredicho,  de dónde extraen esas referencias "extrapoladas" -según sus percepciones- o cómo son utilizadas y sacadas de con-texto sin ningún rigor epistemológico.  De todas formas, no me extraña que el Sr. Hurtado acuda a este mediático panfleto –que tiene muy escaso prestigio en el ámbito incluso de las ciencias- para sustentar sus posiciones anti “popmodernas”, teniendo en cuenta que lo que se dirime aquí, es la posibilidad de que el pensamiento y la reflexión jalonen el conocimiento  más allá de los paradigmas de “objetividad y demostratibilidad” supuestamente científicos, o de esos ideales de "belleza, armonía y equilibrio" que propone para quien escribe en su semanario, a través de su manual de estilo,  o  ejerciendo su función de lector-editorialista “ideal”, con capacidad para decidir qué es entendible o legible y qué no, para todo tipo de público.   

Esas son las razones por las que apenas leo en la actualidad ese semanario, y prefiero por eso interactuar -y recomendar-  diversos blogs, revistas y sitios en la web, que abordan con mucha mayor seriedad y rigor, pero a la vez frescura y actualidad, tanto informativa como argumentativa,  estos temas relacionados con arte y cultura visual contemporánea (algunos pueden ser consultados como enlaces permanentes en este mismo blog). 

Para terminar, nada mejor que citar (“cito para mejor expresar mi pensamiento”, decía Michel de Montaigne, el creador del  ensayo libre en el siglo XVI), la excelente referencia de Walter Benjamin que dejó Tamara Díaz en alguno de esos correos, y que considero resume lo que podría ser un semanario cultural, con intenciones de mirar al presente y al futuro, tomando en cuenta el pasado, para no quedar anclado –como áncora- en ese idílico pretérito:  “La destinación de una revista es hacer patente el espíritu propio de su época. La actualidad de ese espíritu es más importante para ella que su unidad o claridad; por tanto una revista estaría condenada –como los periódicos– a la insustancialidad más completa, si en ella no pudiera configurarse una vida con fuerza suficiente para salvar todo cuanto resulte problemático con base en su propia afirmación”(Walter Benjamin: Presentación de la revista Angelus Novus).