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2 nov 2015

Mayinca: fragmentos actuales de culturas ancestrales.




Mayinca: fragmentos actuales de culturas ancestrales


Cada 12 de octubre una parte del continente llamada América (Latina), España y algunos otros interpelados, celebran, conmemoran,  combaten o denostan la llegada a estas tierras de tres barcos renacentistas  llamados significativamente “carabelas”, comandadas por un controversial personaje llamado Cristoforo Colombo y su tropa (nombre muy apropiado para un grupo de cumbia contemporáneo).  

A propósito de ese siempre polémico día,  en los últimos tres años se ha conformado el proyecto Mayinca, concebido por los incansables artistas, curadores y gestores Rolando Castellón y Luis Fernando Quirós. La tercera edición, “Tiestos de una cultura”, se encuentra actualmente en las instalaciones del Museo Nacional de Costa Rica, como prueba de la incansable obsesión con que estos dos personajes de la cultura costarricense  se empeñan en sus proyectos.

Mayinca esta vez reúne 49 propuestas de artistas jóvenes y reconocidos, pero también artesanos o personas no relacionadas con el ámbito artístico, a través de  objetos encontrados, y en ocasiones buscados con premeditación,  que han sido incorporados a la exposición como una fluida manera de quebrar -y a la vez expandir- los  límite de lo considerado “artístico”,  a propósito de ese 12 de octubre y sus infinitas paradojas.   

Stephanie Williams
Muy significativamente, la actual Mayinca  se haya expuesta en  el antiguo  Cuartel Bellavista, emblemática edificación del abolido  ejército costarricense, y más específicamente en sus laberínticas celdas de castigo y sótano, donde la exposición adquiere connotaciones simbólicas y resonancias  muy especiales a nivel espacial y museográfico.  Así, uno de los principales  elementos simbólicos que encabeza  la muestra  es una enorme piedra quebrada en dos y con inscripciones, que se encuentra en uno de los recintos más bellos  del espacio y  que también tiene forma de esfera, tanto en su espacio mismo como en sus diminutas ventanas.  



Esa esfera funciona, entonces,  como una suerte de metáfora de la condición rota, quebrada, pero a la vez anónima y difusa de las manifestaciones hoy consideradas como “estéticas” o  artísticas”  de esas culturas originarias de esta parte del mundo, donde lo vital y  lo práctico, lo físico y lo metafísico, lo ritual y lo cotidiano,  muchas veces confluían de manera natural, y sobre todo necesaria. Tal vez por eso,  en la muestra estas intervenciones artísticas, aunque individuales y con nombres propios, suelen metamorfosearse con el espacio y en entre sí mismas, como intentando diluir esas fronteras entre arte, cultura, vida -y más-  para que lo histórico y lo contemporáneo, lo ancestral y lo actual, lo estético y lo funcional, lo literal y lo metafórico,  lo escritural y lo visual, lo visible y lo invisible, confluyan o se confronten.   

Carlos Bérmudez
Yeiner Aguero

Fabián Monge
Quizás por ello mismo,  en la muestra conviven desde un pequeño ejército de soldados apilados y recubiertos de barro, hasta textos concebidos con tierra; desde cabellos humanos hasta desconocidos huesos de animales; de grafitis en las paredes a esculturas-instalaciones de huellas de manos humanas en arcilla; de la vasija más tradicional a parodias de bolas de fútbol y botellas de Coca Cola en cerámica; de lo moldeado por la naturaleza, a lo que azarosamente  quedó como residuo de lo construido por los humanos.  

Jorge Zamorán
vista de sala. Al frente: Adrián Flores -  José Pablo Ureña 
Alexander Chávez
Pero, igualmente, la obsesión siempre presente sobre la Conquista, su destrucción y sus traumas, a través de las figuras recurrentes de la espada, las carabelas, la cruz… Y junto a ello,  una dimensión” literaria” y testimonial de esas culturas ancestrales -del Popol Vuh a las Semillas de Sibó- a través de libros didácticos y conmemorativos que casi siempre se hayan a medio camino entre lo escritural y lo visual, lo artesanal y lo moderno. 
 
Rodolfo Morales

Bitty Tassara

Hay en este gesto interdisciplinar y pedagógico de la muestra,  una intencionalidad también recurrente de sus curadores-gestores, como queriendo atrapar esas múltiples capas y dimensiones de las culturas que buscan aprehender, proponiendo la confluencia de tiempos –pasado, presente, futuro- desde sus traumas y  obsesiones pretéritas, pero también en sus contradicciones y sus dilemas actuales.


Luis Fernando Quirós 

Carolina Valencia

En ese sentido, uno de los gestos que más aprecio de Mayinca: tiestos de una cultura,  es precisamente  la con-fusión no solo de esos tiempos culturales y referencias contextuales, sino además de jerarquías artísticas y gestos simbólicos, algo que la aleja -de manera significativa-  de las ortodoxas investigaciones, museografías y exposiciones de culturas ancestrales  de los museos antropológicos, y que la torna más cercana, mutable, y por lo tanto retadora, viva…


desechos de artesano

zandalias de curador
Por eso, en la exposición vemos confluir desde el artista joven al artista “tradicional”, del consagrado al desconocido, del artesano y sus desechos materiales, al vendedor de supermercado y sus productos, a partir de sutiles detalles y elementos tan simples, como un jengibre que se descompone o una papa con forma sugerentemente escultórica. Así, en la muestra confluyen de esta manera lo orgánico y lo construido, lo intencional y lo accidentado, lo buscado y lo azaroso


No es tan casual, entonces, que en el túnel o pasadizo a través del cual salimos de la muestra,  se encuentre -al final- como metamorfoseado en la tierra, entre cierta luz y oscuridad, un registro sonoro de voces difusas, como fantasmales; voces que apenas identificamos, porque hablan en una lengua  “no” conocida, pero que presiento nos interpela sobre lo que aparentemente acabamos de dejar atrás, sobre lo que nos pertenece y a la vez no…     


Fotos: cortesía Luis Fernando Quirós

Artistas y obras: 
                                            

Otto Apuy 
Madre esfera, 2014. metal, zacate, carbón

Yeiner Agüero

Liberando Dolor, 2014, bronce, cera perdida

 Fabricio Arrieta

Tiestos, Instalación (en sitio), 2015

Diana Barquero 

Tiestos, Instalación (en sitio), 2013, madera, cemento, acrílico, papel 

Vanessa Biasetti

Sin título, 2015, materia natural

Carlos Bermúdez

Tiesto, 2015, lodo, arena                      

 Héctor Burke

Petroglifos , 2015, pigmento sobre papel craft

Alejandro Calderón R.

Antropomorfa 1. 2. , 2015, collages en impresión digital

Nahualismo 1. , 2015, collage en impresión digital

Dinorah Carballo

Ensayo para un tejido referencial, 2015, (instalación en sitio), papel, plástico, pétalos    

Mirta Castro

Sin título, 2015, técnica mixta

Rafael Chamorro    

Contradanza, 2013, madera, objetos varios

Cucarachesco, 2013, mixta sobre papel

Alexander Chávez Gould                        

Tríptico de Fotografías, 2014

Alexander Chávez Villalobos

Tripoide, 2014, cerámica con negreo

Coca-x, 2013, cerámica con engobe, madera

Bombas, 2014, 

Sin título, cerámica, cordones                                

Rocío Con                                               

Molde, 2001, fotografía digital

Gabelo Cordero

Luna, 2012. talla directa en piedra

Nelson Díaz           

Orígenes desconocidos, 2015, 4 Fotografías, dibujos de petroglifos sobre piedras ( fotografiadas en sitio)

Auto retrato, 2008,  fotografía digital

Bryan Erickson                                       

Restos y tiestos, 2015, plástico, barro, mecate, huesos

Mano, 1998, alambre de púas

Adrián Flores y José Pablo Ureña

Materia Primera, Caso 6, El cuerpo como unidad de volumen, 2015, tiestos de manos con yeso

Giacomo Goghi 

Imprimidores para grabado, 2015, bambú, corteza de palma y cuero  

Álvaro Gómez

Sin titulo, 1997, acuarela sobre papel

Luis Fernando Gómez                           

Sin título, 2010-15, Jícaros

Pamela Hernández                                

Instalación (en sitio), 2015, objetos encontrados,

Grace Herrera Amighetti                       

Sin título, s.f., 3 ensambles, madera, papel hecho a mano

Edgar León

Constelación, 2015, metal, madera 

Mario Maffioli                  

Sin título, 2005, talla en madera

Tiesto, 2015, talla en Jade

Fabián Monge                                    

 Imágenes Eclécticas No3, 2015, mixta en calavera de caballo,

Priscilla Monge

Tiestos, I (en sitio), 2015, barro rojo

Voces Indígenas, 2015, instalación sonora.

Rafael Montoya

Tiestos de letras , 2013-15, madera calada

Luis Morales Alonso,

Monumento, 2005, aluminio repujado

Rodolfo Morales

Silla Aborigen, 2012, madera de pejibaye, Chonta bactris

Ileana Moya

Paralelismos, 2014, instalación en sitio, con fotografías, vidrio, semillas

Rodrigo Muñoz

Instalación con tiestos, 2015, I, II, III, (en sitio)

Lorenzo Palacios y Elisa Rodríguez S.

Dibujos Ngõbe, 2008-12, pigmento natural en corteza de árbol

Luis Fernando Quirós

Petroglifos, I, II, III, 2015, papel, acuarela y hojas de árbol

Sequía, 2015, instalación, hierro, brocha, piedra laja, tierra

Karla Piedra León

Sin título, 1999, cabello, vidrio, grabado digital en filmina (ed. 1-3)

Eugenia S. Rudín,

Díptico, 2013, 2 cajas de madera, hueso, metal

Christian Salablanca

El que vive por lo mismo, perecerá por lo mismo, 2015, lápiz, hueso

Maribel Sánchez Grijalba

Cerámica rota, 2015, cerámica decorada

Gerardo Selva Godoy

"Hombre de piedra I, II, 1992, pellizcado con esmalte de cobre en reducción.

Adolfo Siliezar

Ángel, 1998, madera quemada

Sin título, 2015, vejuco tejido

Zoleila Solano

Libro “Enigma de la Piedra´´,  2015, Domi impresión digital

Bytty Tassara

Las tres carabelas, 2015, instalación en sitio, madera, tiestos de mar

Tesoros de verano, 2015, madera y objetos de metal

Carolina Valencia

Volver al orígen, 2015, instalación en sitio, tiestos varios

Rodolfo Uder

Tiesto I, 2000, madera encontrada

Ricardo Ulloa Garay

Tiesto I, 2015, montaje, madera

Tiestos II, III, 2015, montaje, madera, cartón

 Henry Vargas
Tiestos de metate, 2015, instalación en sitio

Maxime Viellard

Bosque en llamas, 2015, técnica mixta, tinta, pluma y lapicero

Perdido en la multitud, 2015, mixta, tinta, pluma, lapicero, tiza pastel
Stephanie Williams
Y todavía afirma que aquella es tierra firme, 2014, barro
Jorge Zamorán 
Sin titulo I, 2015, instalación (en sitio), harina de trigo, masa de maíz, tierra, elemento vegetal
Sin titulo II, 2015, instalación con objetos encontrados
 


12 may 2014

Rolando Castellón. Estación 13: ese lugar de los des-encuentros.



Estación 13: ese lugar de los des-encuentros. 

texto para la exposición retrospectiva sobre Rolando Castellón, 
realizada en Managua y Granada en 2013

Qué poder escribir  sobre un personaje  solo a veces llamado Rolando Castellón, pero cuyos otros muchos nombres nos hablan, no solo de sus otras vidas y personalidades, sino de sus  inquietudes y vivencias dentro del mundo del arte, y fuera de éste.


Alguna vez dije haber tenido la primera imagen de Rolando, como una especie de misterioso personaje parisino de los años 60´ del siglo pasado, con una gabacha a lo Jean Gabin, sombrero que encubría parcialmente su mirada y zapatos elegantes, un atuendo que  parecía el más apropiado para llamar la atención, pero a la vez para encubrirse de algo. Y ese “algo” es justamente lo que es necesario descubrir permanentemente en los sucesivos acercamientos a Castellón: dónde comienza el artista y termina el personaje; dónde empieza el arte y termina la vida; dónde es posible localizar al menos algunas pistas de su perenne curiosidad, esa que lo lleva a concebir  casi todo como un pretexto ideal para darle el sello de “arte”, pero que en su caso particular es sobre todo una incesante vitalidad creadora -y recicladora- de objetos, de ideas y de actitudes, efímeras pero por eso mismo en perenne transformación. 
 
No es casual que esa eterna curiosidad y la formación autodidacta misma de Castellón, lo haya hecho explorar  con igual intensidad y  de una manera sumamente híbrida, ecléctica, desde  las raíces ancestrales  -visuales, literarias,  lingüísticas- de su propia culturacomo única manera de rescatar a la vez memoria y resistencia, junto a algunas de las manifestaciones  artísticas occidentales más vitales de los  últimos 100 años: desde el cine clásico europeo y norteamericano, que pudo ver siendo proyeccionista en Managua hace ya algunos años,  hasta las propuestas más radicales del arte contemporáneo: del land  art, el povera o el conceptualismo, al graffiti,  la performance o la desmaterialización misma del objeto-arte.  




 Sin embargo, la particularidad -y sobre todo la vitalidad- de la obra de Rolando Castellón, se haya no solo en la temprana apropiación de esos referentes tan variados, sino en el modo  en que este diálogo se ha producido, como parte de un proceso natural, fluido, orgánico,  sin complejos tercermundistas ni poses esnobistas.  Aunque las inquietudes y búsquedas de Castellón podría decirse que hoy no están muy de “moda” en nuestro tecnologizado entorno virtual,  su impronta ha estado presente, de manera directa o indirecta, en algunas de las más sólidas propuestas de artistas  del contexto nicaragüense y centroamericano; esto  a pesar de la invisibilidad, el origen incierto y el equívoco constante que ha marcado mucho de su  trayectoria, que a él mismo le gusta recordar, entre la seriedad y la broma, la queja y la in-satisfacción.  Esta particularidad ha hecho que su presencia, aunque relativamente reconocida en el panorama  del arte centroamericano y latinoamericano contemporáneo, no haya sido aun valorizada ni “descubierta” plenamente, para utilizar uno de esos términos a los que en ocasiones él mismo alude con ironía.


Por eso, una de las mayores satisfacciones de mi práctica profesional a lo largo de estos últimos años, fue justamente invitar a Rolando Castellón a que se apropiara del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo -un espacio que él mismo contribuyó a posicionar como gestor y curador, otras de sus vertientes creativas- con su exposición Rastros de 2005 en el MADC. Más que una muestra al uso, Rastros se convirtió en el lugar de  interacción constante de las inquietudes  y búsquedas de Castellón, donde tanto él como el espectador que asistía, no solo se involucraban en ellas sino que la materialidad de las piezas y el espacio mismo, contribuían también a esa permanente transformación.    



En ese sentido, el magnífico libro-catálogo que editó Teoré/Tica a propósito de esta muestra, fue un muy necesario y merecido reconocimiento al menos parcial a la trayectoria de uno de los artistas más excéntricos, raros, escurridizos y a la vez auténticos, no solo del arte centroamericano sino del panorama latinoamericano e internacional de los últimos 50 años. Muchísimo podría escribirse sobre las infinitas derivas de la obra de Castellón y sus heterónimos artísticos. No obstante, es poco lo que puede decirse más allá de esos excelentes textos críticos, analíticos, vivenciales recopilados en el libro-catálogo Rastros: desde los de Virginia Pérez-Ratton, Paulo Herkenhoff  o Raúl Quintanilla, hasta los de Clara Astiasarán, Howard Pearlstein y Tamara Díaz Bringas.

Precisamente de esta última autora  es de quien retomo -en mi título mismo- las doce estaciones que ella concibió  para  hacer un intenso pero a la vez humano recorrido por las inabarcables facetas  de las trayectorias artísticas y vitales de Castellón: desde sus posicionamientos ante el objeto y el sistema artístico mismo, hasta sus inclusivas pero siempre renovadas prácticas curatoriales; desde su incidencia  crítica en conflictos de identidades culturales, hasta sus recurrentes preocupaciones y rejuegos en torno a la in-visibilidad personal y la autoría; de lo conceptual a lo accidental, de lo azaroso a lo inmaterial,  del tiempo, el amor y el boxeo,   al “arte” -por supuesto.   

Por eso, creo que nada mejor que citar a la misma Tamara Díaz, cuando dice al final de su texto, algo que resume mucho de lo poco que he comentado en el mío: “Rolando Castellón ha jugado con la historia, su historia. Y ella con él: lo pierde, lo equívoca, lo olvida. O tal vez lo encuentre aun, puntualmente, en la Estación 13”.     


Yo creo que aun podremos re-encontrarnos con Rolando y sus muchos personajes o heterónimos en la Estación 13: como ese misterioso Pessoa centroamericano en la nostálgica y añeja Lisboa,  quizás como Crus Alegría en la caliente y anárquica Managua,  o tal vez como Moyo Coyatsin en la provinciana y lluviosa San José.