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1 ene 2012

Alexander Apóstol: nuestros suplicios de Tántalo

Alexander Apóstol: 
nuestros suplicios de Tántalo (otra vez) 

artículo publicado en la revista Exit Express (n.59, 2011) 


Dijo Nietzsche cierta vez algo así como: “bienaventurados los olvidadizos, los que vuelven a tropezar con la  misma piedra”. No sé si es por la particular traducción que leí del alemán, o porque a veces el gran filósofo de la sospecha de finales del siglo XIX  dejaba salir su espíritu pos-romántico, pero esta frase me suena a bolero latinoamericano, o incluso me atrevería a pensar que iberoamericano -recordar la clásica versión de Julio Iglesias sobre el amor, los desamores y las piedras en el camino.  

Durante varios años he seguido las propuestas fotográficas y en video del venezolano Alexander Apóstol,  y siento que en casi todas sus series, a pesar de explorar desde distintas  vertientes o énfasis el devenir de la modernidad en Latinoamérica (concentrándose sobre todo en el contexto venezolano y específicamente en su capital Caracas), sus búsquedas parecen confluir en ese “eterno retorno” que se identifica con una especie de nuevo suplicio del Tántalo. 
Y cuando rememoro la famosa leyenda griega,  me refiero sobre todo a esa donde  los dioses del Olimpo, como castigo al engañoso rey que mató a su propio hijo y se los ofreció de manera oculta en la cena, es sometido a la tortura de tener los frutos más suculentos y el agua delante de su boca, sin  poder saciarse y ni siquiera tocarlos…

de la serie "W.M. Jackson"
 El devenir histórico y contemporáneo de América Latina, en sus complejas paradojas culturales, antropológicas, espaciales  y vivenciales,  tiene un poco –o mucho- de ese  suplicio tantálico; contradicciones que Alexander Apóstol ha explorado  a partir de  diversas series fotográficas y videos  en torno a la arquitectura, los espacios o sujetos de  contextos que le han sido más cercanos, al exponer de modo metafórico sus frustraciones e imposibilidades dentro de la accidentada construcción –y degradación- de esa llamada “modernidad” latinoamericana.       

Diversas series fotográficas y de videos de Alexander Apóstol, a lo largo de estos últimos diez años,  han sido recurrentes  en torno a la puesta en escena y reflexión crítica acerca de esas paradojas o puntos ciegos de esos proyectos "modernizadores", tanto  en sus connotaciones espaciales -vistas sobre todo a partir de la arquitectura- como en sus expansiones hacia otros dilemas de raices culturales, antropológicas,  humanas. 

de la serie "Skeleton Coast"
Así, desde sus series de cartografías históricas, en W.M. Jackson, Inc. (2000), pasando por las manipulaciones de la imagen en Residente pulido (2003-2004), hasta Le Corbusier quemado en Bogotá (2005), Skeletor coast (2005) o Modernidad Tropical o cómo lograr que el lobo feroz no destruya la casa de papel (2010),  Apóstol ha intentado dar cuenta  de procesos de modernización frustrados, que se reflejan en la arquitectura y proyectos urbanísticos latinoamericanos y que el fotógrafo evidencia en el caso emblemático de Caracas, pero también en otros contextos de Venezuela, como en Skeletor Coast -sobre el tema de lo inmobiliario y el turismo en la isla Margarita.

Esas contradicciones de un devenir económico y social  que conoció un rápido y relativamente amplio esplendor, sobre todo a mediados del siglo XX, por el auge de la producción petrolera, pero que fue demostrando sus grandes limitaciones y desajustes,  producto de las mismas exclusiones, miopías y falta de visión más allá de lo inmediato de sus élites dirigentes, tanto políticas como económicas,  hoy ha desembocado de alguna manera  en un fenómeno radicalmente alterno, como el chavismo, con sus muchas veces grotescas gestualidades políticas y simbólicas,  de resentimiento y negación ante toda esa modernidad frustrada.  

de la serie "Residente púlido"
Ahora bien, aun guardando cierta continuidad con preocupaciones de propuestas anteriores, en sus exploraciones  recientes, Apóstol ha venido reinventándose  en sus  inquietudes y búsquedas,  tanto a nivel político y antropológico como visual,  rastreando temáticas que recurren al archivo y la citación paródica de documentos célebres en el devenir de Latinoamérica -como la lectura performativa de la famosa “Carta de Jamaica”, escrita por Simón Bolívar en inglés-  en Yamaikaleter (2009),  o que explotan una atrevida perspectiva  entre corporal y espacial dentro de la fotografía y el video,  como en  Ensayando la Postura Nacional (2010).  

Así, en esta última y lúdica serie, Apóstol hace posar a diferentes modelos femeninos y masculino  -de la rubia expresiva, a la morena sensual, del latin lover mestizo, al negro tentador- en poses corporales,  composiciones escénicas y  atuendos que se apropian y a la vez parodian  las pinturas del artista académico venezolano Pedro Centeno Vallenilla, para reflexionar sobre los estereotipos tanto internos como externos que han forjado históricamente la “identidad” venezolana, y que pudiéramos verla como reflejo de la cultura latinoamericana. 

de la serie "Ensayando la postura nacional"
Dialogando  también, indirectamente,  con cierto retratismo de moda o artístico, a medio camino entre lo atrevido y lo escandaloso  -ese que va de Richard Avedon a Robert Mapplethorpe-  los personajes que posan ante la cámara de fotos o videos, en una suerte de  tableaux vivant contemporáneo,  como afirma el mismo Apóstol:  “tratarán sin ningún éxito de recrear cuadro por cuadro las posiciones forzadas de los personajes de los lienzos…hasta ejemplificar en sus representaciones, que la verdadera filosofía venezolana radica en su eterno intento, con forma pero sin fondo, de imaginar utopías que terminan resultando en simulacros de país”.

En ese eterno simulacro veo reflejarse justamente,  la recurrente frustración del personaje clásico de Tántalo, como parábola de algunas de las contradicciones de las frustradas modernidades  latinoamericanas, que intentan alcanzar esos frutos imposibles que los dioses le han puesto delante de los ojos y la boca,  pero nunca lo logran por su propia incapacidad de acceder a ellos... 
  

4 abr 2011

Rachelle Mozman: retratos como autorretrato

Un texto y entrevista a la fotógrafa Rachelle Mozman, 
publicado en la revista Exit Express (n.54, octubre 2010) 

A través del cuerpo: 
retratos como autorretrato

Mirar algunos de los retratos infantiles que realiza Rachelle Mozman, es dejar sentir un cierto vértigo que nos lleva hacia un espacio que puede estar entre la memoria y lo irreal: el de la memoria, porque nos coloca ante algún lejano –y quizás propio- retrato infantil; irreal, porque la rareza de esas poses infantiles  tal vez nos causen extrañeza, y hasta incomodidad.
Esa remembranza es rescatada por la propia artista cuando se refiere a la motivación de estas series de retratos, que intentan de alguna manera escarbar en su propio universo infantil y adolescente dentro de urbanizaciones o comunidades semi-cerradas en New Jersey que -como ella misma afirma- estuvieron marcadas por “un profundo sentimiento de soledad que se siente en esos sitios”.

Estas vivencias intimas de relativo aislamiento y enclaustro que Rachelle descubrió por sí misma, se han expandido como formas de vida dominantes en las clases medias no solo de Norteamérica, sino en casi toda América Latina. Por eso las búsquedas de esta fotógrafa se  expanden de una proyección individual, autobiográfica, a indirectas  connotaciones entre sociológicas y antropológicas, sin perder por ello su raíz más intimista. No es casual, entonces, que con el traslado de su residencia de New York a Panamá, y dentro de la “negociación” de identidades que este cambio seguramente supuso, la artista haya sentido la necesidad de rastrear determinadas reacciones de ese universo infantil en otros contextos geográficos y culturales, detectando ciertos rasgos comunes y algunas disonancias con respecto a sus  investigaciones anteriores.  

  
 Así, desde sus estudios en American Exurbia y Costa Este, a Girl desire in the New World Paradise o Scout Promise, es posible detectar algunos puntos de confluencia de esos retratos infantiles y adolescentes, pero también ciertos giros o variaciones interesantes en cada una de ellas. De tal modo, si en American Exurbia la presencia infantil ante el espejo, las miradas desafiantes o el acompañamiento de animales domésticos -como perros o gatos- junto a los niños, nos hacían rememorar a esa inquieta Alicia de Lewis Carroll; en el caso de Costa Este, la imagen más recurrente de las ventanas como metáforas del adentro-afuera sociológico, pero a la vez como rejuego estético en torno al cuadro pictórico, junto a la casi morbosa presencia niñas gemelas, muñecas o escaleras, nos sitúan en una dimensión más compleja de escenificaciones tanto de los sujetos fotografiados como de sus contextos. 



 Esas variaciones en torno a temáticas relativamente similares es posible detectarlas también en la serie Scout Promise, donde la escenificación es de una ambigua “exterioridad”, pues aunque algunas de esas fotos se recrean en bosques, parecieran sin embargo salidas de ambientes casi encantados, irreales. Y este es quizás uno de los mayores aciertos –no por ello menos inquietantes- de los retratos de Rachelle: una escenografía que sin dejar de ser “real”, casi siempre tiene una cierta dosis de suspensión espacio-temporal, que pone en escena, pero a la vez cuestiona indirectamente, el “esto ha sido” que refería Roland Barthes como signo impreciso de lo fotográfico.  

 Tal vez por ello Rachelle enfatiza siempre la condición “performativa” de esas fotos, pues como ella misma expresa, cuando esos niños posan ante la cámara y logran sentirse cómodos frente a este “acto de intromisión” -ese que refería Susan Sontag como característica inevitable aunque esencial del retrato fotográfico- es como un “regalo inconsciente” que le están haciendo a la fotógrafa, pero también a ellos mismos diría yo. Por eso, este posicionarse -y empoderarse- a través de la pose,  implica además una especie de “transformación activa del sujeto", a la que también se refería Barthes cuando reflexionaba sobre las condicionantes del retrato fotográfico; o que plantea Jacques Lacan, cuando afirmaba: “el sujeto posa como objeto para ser sujeto”.            

 
En esos retratos podría atisbarse, además, un relativo cuestionamiento a la pose vinculada al mundo de la publicidad y de la moda, para desplazarse más bien al rico universo del retrato artístico, en sus conexiones históricas o actuales con lo pictórico y lo fotográfico. En ese sentido, no es casual que Rachelle haga referencia a la pintura como una sus de más importantes influencias: desde pintores históricos como el barroco Veermer, hasta contemporáneos como Marlene Dumas o Neo Rauch; pero igualmente de fotógrafos que han explorado el retratismo desde múltiples connotaciones y paradojas: de August Sander y Diane Arbus, a Rineke Dijkstra y Roger Balan. Y a estos referentes añadiría, a nivel histórico, por supuesto a Velázquez y sus archifamosos retratos infantiles, y en la contemporaneidad, a Balthus y sus polémicos retratos de adolescentes; pero también, la obra de Mozman se emparenta con búsquedas e inquietudes de fotógrafos actuales como Loretta Lux o Ruud van Empel.  

   
Por otro lado, el diálogo con respecto a lo psicoanalítico y la pintura,  se hace aún más explícito  en la última serie de fotografías de Rachelle Mozman, en las que toma como modelo a su madre, desdoblada en tres personalidades muy diferentes, y donde la escenificación incorpora una directa relación entre el sujeto y lo pictórico a través de retratos que forman parte de las escenificaciones, o con dimensiones más sutiles añadidas, como ventanas, marcos de cuadros o espejos.  

Una última dimensión inquietante –y ciertamente desequilibrante- de los retratos de Mozman, si volviéramos a situarnos en una perspectiva cercana a lo  psicoanalítico, es su ambivalente condición de auto-retrato: no solo por constituirse en una indirecta memoria o remembranza personal, sino por la exploración a partir de la pose de sus “modelos” y la escenificación de los espacios, en ese inatrapable “tercer sentido” que también nombraba Barthes respecto a la imagen -que incluye por supuesto a la fotográfico- de donde parecieran emanar  esos retratos, tan ir-reales como la fotografía misma.



Algunas interrogantes y respuestas de la fotógrafa Rachelle Mozman, donde intenta “retratar” ciertos referentes, obsesiones y posibles significaciones de sus series fotográficas.    

. ¿Rachelle, en cuantos lugares haz trabajado tus series de retratos y por qué escogiste esos sitios?

He trabajado en New Jersey, en Panamá y recientemente en Guatemala. En el caso de las series de niños en urbanizaciones o comunidades semi-encerradas, empecé este proyecto durante 2003,  porque me fascinaba el fenómeno del gran crecimiento de esas nuevas comunidades tras rejas, en parte porque me había criado de adolescente en New Jersey y siempre quise describir lo que sentía, que era sobre todo un profundo sentimiento de soledad en esos sitios.

Después empecé a fotografiar en Panamá, porque en 2005 tomé la decisión de mudarme acá y percibí que estaba pasando el mismo fenómeno. Se puede decir que tiendo a interesarme en mi ambiente o entorno cercano a mí,  y de ahí sale un proyecto. Pocas veces tengo un concepto primero y voy luego a un sitio a hacer el proyecto. En 2009 fotografié estas comunidades semi-encerradas también en Guatemala, y este año pienso a viajar a Nicaragua, para ampliar este proyecto que comenzó en la  Costa del Este de EE.UU. He querido hacer por años este acercamiento en  países centroamericanos, pero hasta ahora se me ha venido presentado la oportunidad con posibilidades de hacerlo.

. ¿Y por qué son tan recurrentes las imágenes de niños y adolescentes en esas  fotografías?

Estoy muy interesada en el desarrollo de la gente joven. Es un momento muy especial en la vida, porque estás definiendo tu identidad y siendo muy influenciado por el ambiente a tu alrededor. Siento que la identidad individual es una construcción del ambiente, entonces termina siendo parte de una identidad colectiva. Me fascina observar a la gente joven y ver si es posible en la foto que hago, cómo serán de adultos.

. ¿A partir de qué ideas o parámetros escoges a tus “modelos”?

Me interesan los caracteres y por lo tanto escojo a “modelos” que me permitan entrar a su mundo; esto es muy importante para mí. También siento que el acto de tomar un retrato es una "performance". Al  hacer una sesión fotográfica con estos “modelos” estás haciendo  una escenificación ante la cámara, y no todo el mundo se siente cómodo con eso. Tomo muchas fotos que después no uso, porque no sé hasta que estoy tomando las fotos, en el momento, si esa persona es interesante frente a la cámara. La gente que suele ser buen “modelo”,  lo es porque pueden sacar algo frente al ojo de la cámara y de mí como fotógrafa, como mirarse a un espejo y sentirse cómodos frente a esa imagen. Cuando esto pasa, siento que es un regalo que me están dando, un regalo inconsciente.

. ¿Qué influencias fotográficas y en general visuales, históricas o contemporáneas,  te han marcado o te resultan más cercanas?   

Estudie fotografía en un momento que había mucho diálogo entre lo fotográfico y el  cine. Siempre me ha fascinado el cine y creo que eso me ha influenciado indirectamente. En el caso de la fotografía, siento que estoy cercana a fotógrafos históricos o contemporáneos que son considerados “topográficos”, como August Sander, Rineke Dijkstra, o también Diane Arbus y Roger Balan. En ese sentido mis inquietudes fotográficas son  una mezcla de lo topográfico con lo expresivo. Por otro lado, creo que me conecto a veces más con pintores que con fotógrafos. Respeto a muchos fotógrafos, pero no suelo identificarme tan fácilmente con sus obras. Por eso me interesan más pintores contemporáneos como Marlene Dumas y Neo Raush, o históricos como Vermeer, que me fascina. En general me gusta el arte que se enfoca en el cuerpo.

.  ¿Quisiera que me comentaras cuáles aspectos de tus fotos consideras se conectan con temas o conceptos vinculados al psicoanálisis, sobre todo en relación al universo simbólico de la  niñez o la perspectiva de la pose?

Creo sobre todo que el cuerpo es algo muy importante en mis fotografías: cómo describe la identidad, pero también la ansiedad o la emoción; eso está muy conectado con el psicoanálisis, porque el cuerpo da los signos de lo que se encuentra en la mente. Un terapeuta está entrenado para notar el lenguaje del cuerpo, y creo que un fotógrafo también. Es interesante además como siendo fotógrafo, eres una especie de transmisor de energía. Por ejemplo, si yo sonrío o giro la cabeza, mi modelo puede que también lo haga inconscientemente. Entonces, de alguna manera ese retrato se convierte en un auto-retrato.

. Qué contextos estás trabajando ahora, o piensas explorar a futuro, y cómo se conectan con los que haz venido realizando hasta hoy?  

Ahora estoy trabajando en un proyecto en el que mi madre juega el rol de tres mujeres diferentes, que forman parte de una sola familia, una familia de mujeres en una casa ficticia en Latinoamérica. Son retratos de ella dividida en tres, como una muñeca rusa, donde exploro conflictos de identidad, raza, clase o la vanidad misma que podrían vivir dentro de una sola mujer. Es un proyecto un tanto diferente de lo que he estado haciendo hasta ahora, porque estoy alejándome de cierta manera hacia el documental, aunque no me categorizo como “documentalista”. Estoy interesada en este momento en enfocarme más hacia el cuerpo, específicamente de la mujer adulta


Rachelle Mozman:  received a BFA from Purchase College in 1994 and an MFA fromTyler School of Art in 1998. Mozman is a Fulbright Fellowship Award recipient and a New Jersey State Council on the Arts Individual Artist Fellowship recipient.Mozman has exhibited both nationally and internationally. In 2006 Mozman exhibited American Exurbia at Metaphor Contemporary Art in Brooklyn, NY, and her series Costa del Este at Teor/éTica in Costa Rica, curated by Virginia Pérez Ratton. In 2007 exhibited in Sutil Violencia at the Itaü Cultural Center in Sao Paolo, Brazil and Senderos Múltiples, at the Museum of Contemporary Art in San Jose, Costa Rica. In 2008 received a residency award from La Napoule Foundation, in La Napoule France, where she resided for six weeks. In 2008 she exhibited in Presumed Innocence at the DeCordova Museum, Sutil Violencia at the Centro Cultural Recoleta in Buenos Aires Argentina, and Fronteras y Identidades, at the Centro Cultural de España, Mexico City. Mozman’s photographs have been published in 2008 in Numero Cero, the first publication of a series of publications for La Trienal Poli/Gráfica de San Juan by Carla Zaccagnini. Her work has also been shown in Ecuador, Guatemala, Uruguay, Colombia and Chile. Mozman is an Educator, and lives and works between Brooklyn and Panama City, Panama with her husband and their cat Virginia.