20 sept 2012

Fabrizio Arrieta: El principio del fin.


El Principio del Fin –o quizás el Final del Comienzo:
ciertas  apropiaciones y paradojas  de la imagen. 


 “Quizá insisto en hacer visibles cosas que me parecen significativas y que,
en nuestra precipitación actual, no podemos percibir,olvidamos  y hacemos desaparecer”.
 
Tal vez resulte extraño comenzar este texto con una cita sobre el fenómeno de lo “visible”, de un artista relativamente joven de Albania - Anri Sala- y no de algunos de los investigadores más importantes que han analizado (de Jean Baudrillard y John Berger, a Tom Mitchell o José Luis Brea; de George Didi Huberman, Jonathan Crary y Martin Jay, a Mieke Bal, Rosalind Krauss o Susan Buck Morss)  este complejo  tema  en el  panorama  actual de la “civilización de la imagen”.  La razón de esta cita es porque expone, a partir de una anónima y discreta aunque contundente apropiación,  algunas de las interrogantes más importantes que han marcado las inquietudes artísticas de Fabrizio Arrieta en los últimos años (como él mismo afirma  en una conversación sostuvimos recientemente).

Por eso, más que una temprana exposición  “antológica”, lo que al parecer ha intentado Arrieta con esta muestra de la Sala 1 del MADC, es una suerte de retrospectiva parcial, fragmentaria, pero sobre auto-reflexiva y cuestionadora de su propia práctica artística. Así, desde título mismo de la exposición –El principio del fin- con ciertas reminiscencias que pudieran considerarse “bíblicas” e incluso “apocalípticas”, pero que más bien aluden al carácter  cíclico pero a la vez impreciso de la memoria, Arrieta intenta revisar no solo el ejercicio de la pintura que ejerce desde hace algunos años, sino también sus propias dudas en torno al sistema artístico donde se desenvuelve, tanto en sus contornos “externos” -instituciones, galerías, mercado-, como en aquellos más introspectivos dentro de su propia obra.    
vista pared este - Sala 1 MADC.

Ejercer la “pintura”  como lenguaje visual que se pregunta hoy sobre sus propios mecanismos de transformación, sus posibles sentidos, direcciones y difusas fronteras, acerca de sus potencialidades y limitaciones -luego de tantas “muertes” de lo pictórico decretadas desde el siglo XIX y hasta la actualidad- es una manera arriesgada de imponerse búsquedas nada fáciles.  Fabrizio Arrieta ha asumido de una manera hábil y muy inteligente la complejidad de este reto, jugando a medio camino entre las aun vigentes condiciones auráticas -comerciales, coleccionables, legitimadoras de estatus- del ejercicio pictórico, pero a la vez subvirtiendo de una manera ambigua muchos de los requerimientos  y  "tics" que se espera de un pintor y sus gestos profesionales. Esto lo ha hecho desde la apropiación continua de imágenes de internet y su manipulación digital o manual, hasta pintar en base a proyecciones y realizar amplios encubrimientos a través de grandes manchas de color. En ese sentido,  las estrategias de Arrieta para ejercitar la pintura, y a la vez cuestionarla,  seguramente pudieran parecerle “profanas” o incluso “fraudulentas”, sobre todo a aquellos  pintores puros y duros,  que siguen defienden a este lenguaje visual como una suerte de  sublime inspiración y dominio casi divino de la techne

 
Ama et fac quod vis (ama y haz lo que quieras) 

Tal vez por eso una de las estrategias a las que ha recurrido Fabrizio Arrieta en muchas de sus propuestas, es a la apropiación y luego posproducción de imágenes en muy diversas variantes: desde la cita textual para expresar algunas de sus inquietudes en tanto artista -como la de Anri Sala- hasta buena parte de los conjuntos de piezas que interactúan  en El principio del fin. No es casual, entonces, que la exposición comience su recorrido no por la explicitación y alarde del  pleno “dominio” de esa técnica y sus resultados palpables -de manufactura, estéticos, comerciales- sino más bien por una recreación evocativa y un tanto anárquica -como los recuerdos mismos-  de la memoria del artista: desde lo más personal e íntimo hasta lo profesional. 

Esas rememoraciones implicaron poner en escena, al inicio de la muestra misma, algunas de esas persistentes interrogantes acerca del devenir de las inquietudes de Arrieta como pintor, y en general como artista: desde sus enseñanzas y experiencias profesionales autodidactas, pero también de los vacios e incertidumbres que la configuran y rodean. Quizás por eso, la apropiación de una pequeña carta dibujada con un texto de su hermano, augurándole un “futuro promisorio”  como pintor, constituye de alguna forma un gesto metafórico de esa memoria que conecta, de  manera equivoca, el presente con un futuro incierto.  


Como parte de ese acercamiento a las interrogantes que como artista se hace Arrieta -con todos sus bemoles- un punto focal es ese primer conjunto de piezas que funciona como una especie de instalación in situ, es una pintura negra cuyo nombre es -precisamente- el mismo de la exposición, y que en un primer momento evoca a un Kasimir Malevich, Ad Reinhart o Robert Ryman,  pero que a diferencia de estos artistas no entiende el resultado de la obra como una suerte de “grado cero” de la pintura,  en un sentido formalista o esteticista, sino más bien como un "resultado accidental” al que lo llevó uno de sus  ejercicios de apropiación y posproducción; y que -no obstante- transparenta tras el incólume negro, las capas o superficies de representaciones encubiertas del mismo. 

instalación "El peso del pasado" - pintura "El principio del fin"

En este caso, el encubridor negro pareciera dialogar con la pequeña cita -también sobre negro- que el artista sitúa como otro de los pequeños "puntos focales" de su muestra; pero igualmente, con otros momentos de la exposición,  donde lo que no se percibe o no se ve,  lo que se oculta o encubre, pone en evidencia justo aquello que se desea de forma latente, o que se intenta buscar tras  esa “mancha”  anuladora. Quizás por eso, Fabrizio Arrieta ha manifestado que lejos de la idea de consolidar  un “estilo”, visual o temático, la pretensión de esta exposición es más bien la de realizar un zigzagueante o nada lineal recorrido por algunas de esas interrogantes fundamentales que lo condicionan hoy como artista, sin pretender con ello agotarlas con respuestas únicas ni contundentes. 

Esa pretensión, en cualquier caso se hace evidente si rastreamos el devenir de su formación y los resultados de esas inquietudes en diversos conjuntos de  obras anteriores, donde la “maduración” de temas ha implicado -muchas veces- un paralelo alejamiento o abandono de esas temáticas antes abordadas,  aunque sin perder de vista una cierta continuidad en sus búsquedas quizás más importantes: la reflexión en torno a la pintura y sus múltiples condicionantes actuales, con la inmersión en ella de los medios digitales y virtuales, los vínculos con otros lenguajes -sobre todo la fotografía-, la relación con lo publicitario y la moda, la interacción de lo textual y lo visual, de lo instintivo y reflexivo,  de lo intuitivo y aprendido, entre otras inquietudes. 

políptico "principios no personalidades"

“Se trata más que nada de posibilidades, no de soluciones” 

No es casual tampoco que, como parte de esa interacción de piezas en la muestra, se incluya un conjunto de fotografías de estudios  de artistas y sus lienzos -principio no personalidades- como representación de ciertos vacios y entropía (fragmentos de espacios de trabajo, lienzos sin comenzar,  suciedad, desorden)  en contrapunto al mundo fashion, hiperestilizado, supremamente “bello” de la moda que aborda Arrieta en muchos de sus cuadros y que se venden en galerías comerciales para coleccionistas privados, donde ese deseo latente de “belleza” es una condición permanente, aunque siempre inconclusa; donde los lazos entre arte y banalidad, glamour y poder económico, adquisición y dinero, resultan fronteras  cuando menos confusas.  

Por otro lado, pudiera percibirse esta apropiación de “estudios” de artistas-fotógrafos reconocidos, como un diálogo implícito con algunos de los referentes más directos en la formación de Arrieta, o que han abordado este tema de las interrelaciones entre  lo pictórico, lo fotográfico y la auto-representación  de esos espacios donde se “crea”: desde un Basquiat a un Gerhard Richter o Sigmar Polke, de John Baldesari a Jeff Wall  y John Hilliard, por citar solo algunos.  
 instalación "Entre tú y yo no existen secretos" - tríptico "Epísodios 1-2-3"
políptico: "Entre tú y yo no existen secretos" 
Estas apropiaciones de espacios y autores se relacionan, a su vez, con otro conjunto de piezas en la exposición de Arrieta, donde los vínculos que se priorizan son la interacción entre imagen y texto, tanto en las propuestas intervenidas con citas de artistas -Entre tú y yo no existen secretos- provenientes  de un libro sobre arte contemporáneo de la Taschen,  o el video Mal de época, así como en las tres pinturas -Epísodios 1-2-3- donde el artista desplaza esas reflexiones hacia una interacción no solo entre lo visual y lo textual, sino de la figuración a la abstracción, concibiendo esas manchas encubridoras  de la representación en contrapunto a  fragmentarios textos de evocación poética, propios o apropiados.         

Ese carácter incompleto se podría relacionar -además- con la propia formación de Arrieta, pero también con el efecto de in-comunicación que transmiten sus obras ante el espectador, donde parte de esas pinturas de imágenes apropiadas, están intervenidas con manchas de color en ese mismo proceso: signo de lo que se evidencia pero paralelamente se esconde, de la existencia -o carencia- de información mutua como una estrategia de generación de nuevos significados entre artista y espectador: sin un comienzo y sin un fin... 
políptico "Epísodios 1-2-3" - video "Mal de época"  
Crus Alegría (siempre de espalda) - video "Mal de época"
Así, en ese recorrido de 36 pequeñas piezas apropiadas e intervenidas, con un contrapunto permanente entre citas-textos del libro Art Now de la Taschen, Arrieta intenta un sugestivo diálogo, tanto con las afirmaciones de esos otros artistas que selecciona, como con el espectador mismo, desde algunas de sus propias interrogantes: qué significa ser “artista” o cuáles son las implicaciones de “pintar” hoy;  cómo se establece la comunicación con el “espectador”; qué tipo de vínculos se establecen con las instituciones artísticas; o cuáles son, en última instancia, los “alcances” del arte mismo.  De tal manera, palabras  que se repiten  en  frases breves –“interpretar, conocimiento, signo, objeto, autoría, aura, representación, espacio, institución, placer”- nos inducen a dialogar con ese ejercicio mismo de apropiación-recreación-posproducción que nos propone Arrieta.   

Todo ello nos lleva, inevitablemente, al conjunto de piezas que constituyen el “núcleo duro” del posicionamiento actual del artista en el mercado del arte; un tema problemático -arte y mercado, pintura y fetiche, dinero y poder- que Arrieta cuestiona sutilmente en la muestra.  Así, la decisión museográfica de situar sus más reconocidas piezas individuales en una especie de  “políptico” o exhibición conjunta en una gran pared del museo -tipo salón siglo XVIII-XIX-  que las hace interactuar entre ellas, pero que a la vez les escamotea la individualidad tan propio de la pintura, impidiéndole al espectador verlas y “disfrutarlas” como piezas que emanan significados únicos, auráticos, considero es uno de los riesgos más logrados de Arrieta en esta exposición. 

 pared este Sala 1 -  MADC 
 
Por otro lado, los temas que abordan esas obras y sus títulos mismos, a partir de nombres incompletos, banales o numerados -al estilo de Channel#0, Silencio#1, Boceto, Master piece Vandalized- se vincula directamente a ese mundo de la moda y de la publicidad, de la belleza ideal o estereotipada, de la gestualidad, los espacios y cuerpos manidos e irreales, pero que siempre se topa con ese encubrimiento que no devela del todo sus contenidos,  y que el artista asume con una ironía -encubierta- y una burla -solapada- hacia ese mismo mundo que adquiere con su poder económico algo que, sin embargo, tal vez nunca tendrá: eso que se oculta tras la mancha irregular, que se nos torna invisible no solo como significado, sino inclusive como “imagen del deseo” que la materialidad y la misma del cuadro no resuelve.  

Estoy al borde de un abismo, pero la vista desde aquí es excepcional”

En contrapunto al carácter imponente de esas grandes piezas, otra muy pequeña propuesta, casi invisible también en la enorme sala 1 del MADC, creo que resulta fundamental en esta exposición: es ese pequeño collage -Sin Título- a medio camino entre lo manual y lo digital, lo informal y lo oculto, hecho  a partir de una copia escaneada y retocada,  pero enmarcada en un ostentoso marco dorado. En  esta pieza considero que Arrieta, de cierta manera sintetiza ese cuestionamiento a las difusas fronteras entre pintura y fotografía, original y copia,  apropiaciones y  manipulaciones, aura y mercado, manualidades y  tecnología,  encubrimiento y  descubrimiento, que propone a lo largo de la muestra.  

S.T - collage

Esa diminuta pieza siento que dialoga -además- tanto con la cita de Anri Sala expuesta al inicio, y con ese pequeño dibujo infantil del hermano de Arrieta, donde le augura un “gran futuro” como artista: triángulo de pequeñas obras -especies de “agujeros negros”- que encubren más que descubrir, que velan más que evidenciar,  las paradojas  de esta muestra.Tal vez por eso, la idea de situar un espejo casi a final de la exposición, para generar un “juego especular” con respecto al espacio y un punto de inflexión en la exposición misma, junto al metafórico video La creación del hombre, funcionan aquí como un simbólico contrapunto a esas contradicciones que propone Arrieta en El principio del fin. 
video "La creación del hombre"

En este video, a modo de juego chinesco, una mano intenta atrapar a su propia sombra; imposibilidad que es acompañada de vacuas risas,  como en un show  televisivo. Y aquí la elipsis -y la ironía- no podrían ser más certeras, pero críptica y poética a la vez (según interpreto, claro): como un nuevo Platón en su “caverna”, el arte contemporáneo intenta atrapar la etérea re-presentación de sí mismo, pero no recibe como recompensa más que unas risas fantasmales...La creación  del hombre, esa que estamparon nuestros antepasados al dejar sus marcas rituales y prácticas a la vez sobre las cavernas, se nos devuelven -hoy- pero a través de etéreas, fantasmales, aunque tecnológicas, imágenes risueñas.  

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