Esto no
es un áncora
de políticas
editoriales, arte y estética contemporáneas
La “polémica” que se ha suscitado en los
últimos días, a través de correos electrónicos, sobre la responsabilidad de un
semanario cultural –Ancora, de La Nación- en el abordaje y
visibilización de temas relacionados con arte y cultura visual contemporáneas,
ha derivado en varias intervenciones y algún artículo reciente que,
al haberlos leído y contrastado, me han llamado la atención no solo por lo que
dicen o expresan, sino por lo que subyace tras ellos, por lo que omiten más que por lo que evidencian...
Expresaré aquí mis puntos de vista
acerca de algunos de ellos, y los publico en mi blog personal, pues considero
que justamente uno de los aspectos neurálgicos que se está debatiendo aquí, es
no solo la falta de información, conocimiento y/o los prejuicios de este medio masivo
de información –o más bien de su editor- en cuanto a las problemáticas de
estética, arte y cultura visual contemporáneas, sino acerca de “políticas editoriales”
en general.
. Sobre
“políticas editoriales”:
El Sr.
Hurtado, editorialista jefe –y al parecer único- del semanario Ancora, ante las interrogantes y
los cuestionamientos que se le han hecho a través de múltiples correos electrónicos
en semanas recientes, expuso de manera diáfana su punto de vista al
respecto: “el
responsable del contenido soy yo”. Con
esa frase, el Sr. Hurtado me hizo recordar aquella célebre -“L'État,
c'est moi”- que pronunció Luis XIV a finales del siglo XVII,
aunque en este caso acotadas a las escasas páginas a las que ha sido reducido el semanario Ancora.
Siguiendo
su etimología misma, pareciera que “anclar” sus perspectivas en
algún sitio bien hondo y oculto es la
intención de este semanario, pues en los últimos años se ha alejado de lo que
debería ser su propósito principal: actualizar, interactuar, debatir,
polemizar, increpar -aun con propósitos informativos y educativos- al medio
artístico y cultural costarricense; y más allá, ponerlo a dialogar con problemáticas y temas que
rebasen su contexto físico y simbólico.
Por eso
me cuestiono si existe algo parecido a una política o línea “editorial” en este
semanario, o simplemente está sometido a lo que se le ocurra o antoje publicar
a su editor- jefe, pues sino existe un equipo
editorial -como es algo común, y profesional, en cualquier semanario o revista
literaria-cultural que se respete-, al menos deberían existir algunos especialistas
o “asesores” editoriales de los múltiples temas relacionados con las artes,
que orienten al menos a este señor, pues
es imposible que una sola persona pueda abarcar todos los conocimientos
suficientes para tomar decisiones editoriales sobre las muy diversas
tendencias o eventos del arte y la cultura que se producen en la época
actual, aun en un contexto pequeño como el costarricense.
Que no existan esos asesores editoriales para darle una perspectiva un poco más plural y abierta a lo que se publica en este semanario, pero además, que muchos colaboradores anteriores –escritores, ensayistas, críticos, periodistas, como mencionó alguien en uno de los correos- que antes publicaban en este medio, no lo hagan en la actualidad, habla por sí solo de las in-capacidades del Sr. Hurtado para atraer a profesionales valiosos en sus especialidades.
Que no existan esos asesores editoriales para darle una perspectiva un poco más plural y abierta a lo que se publica en este semanario, pero además, que muchos colaboradores anteriores –escritores, ensayistas, críticos, periodistas, como mencionó alguien en uno de los correos- que antes publicaban en este medio, no lo hagan en la actualidad, habla por sí solo de las in-capacidades del Sr. Hurtado para atraer a profesionales valiosos en sus especialidades.
Ahora
bien, aparte de dejarnos claro que solo “él” es quien decide qué se publica -o
no- en el semanario Ancora, y por lo
tanto, seguramente qué temas se abordan, el otro argumento, aun más sorprendente, que el Sr. Hurtado esgrime
para sustentar su “política editorial”, es el “manual" de escritura que receta a sus colaboradores, y para ello acude a una
frase no menos antológica: “Lo que no se entiende no se publica porque
no se lee” (textos “vagos,
metafísicos” les llama); para
luego situarse él mismo como una especie de “lector-escritor”
común o promedio, aun cuando los breves textos que he leído suyos -llamados “Disquisiciones”- están justamente plagados de vagas referencias
a filósofos, literatos, etc., de al menos dos siglos de antigüedad casi
siempre, que pudieran considerarse precisamente
“metafísicas”, pues no se toma el mínimo
trabajo de situarlas en sus con-textos históricos y de pensamiento.
Al menos para
mí como lector (que no me considero “promedio”, como dice de sí mismo el Sr
Hurtado), sus “disquisiciones” me resultan de los más críptico pero a la vez
de lo menos disfrutable que he podido leer en un semanario cultural o literario, pues ni abordan un tema específico, ni llegan
a ningún lugar en los "argumentos" que plantean, y por ello mismo se
vuelven justo un modelo “di-vagación metafísica”. El Sr. Hurtado, que al parecer
se considera un émulo de Jorge Luis Borges y dicta manuales de escritura, no ha entendido que el lugar para publicar sus
breves “disquisiciones”, no es un semanario
cultural, sino un libro de miniprosa -ensayística,
poética, o como quiera llamarle- que pudiera financiarse él mismo, sino
encuentra una editorial que se decida a publicarlo.
Por lo tanto –y para no divagar más- que alguien que escribe esos tan breves aunque inentendibles textos, anteponga un “manual de estilo" hecho por sí mismo, para dictar quién pública o no en “su” semanario, no deja de ser sospechoso de que el verdadero motivo de tal particular política editorial, no es tanto el “estilo” gramatical o literario del que desea publicar, sino de quién y qué se desea publicar. Pienso que, en última instancia, eso es lo que está detrás de ese famoso manual y de la escasa y selectiva publicación de temas sobre arte –y más específicamente sobre arte contemporáneo- que se maneja en este semanario desde hace algunos años y hasta la actualidad.
Por lo tanto –y para no divagar más- que alguien que escribe esos tan breves aunque inentendibles textos, anteponga un “manual de estilo" hecho por sí mismo, para dictar quién pública o no en “su” semanario, no deja de ser sospechoso de que el verdadero motivo de tal particular política editorial, no es tanto el “estilo” gramatical o literario del que desea publicar, sino de quién y qué se desea publicar. Pienso que, en última instancia, eso es lo que está detrás de ese famoso manual y de la escasa y selectiva publicación de temas sobre arte –y más específicamente sobre arte contemporáneo- que se maneja en este semanario desde hace algunos años y hasta la actualidad.
Igualmente, que se esgrima el pretexto de “claridad textual” hacia un “público promedio”, tomándose a sí mismo como medida del “lector
ideal”, sin que se nos justifique bajo
qué normas o parámetros se realizó ese manual, no es serio ni sustentable desde ningún punto de vista: ¿sobre
qué criterios periodísticos, literarios, gramaticales se realiza esto? ¿o es que el Sr. Hurtado tiene la “verdad” sobre el recurso de
la comunicación periodística-cultural para públicos diversos en su mente? ¿cómo demuestra
este editorialista quién “entiende” -o no- los textos que se publican en su
semanario, tanto a nivel de temas como de contenidos y estilo? ¿acaso recibe la
continua retroalimentación crítica de amigos “lectores”, porque al menos en la web, los
artículos están plagados de “cero” comentarios, según constaté en días recientes.
He trabajado como
crítico de artes visuales y cine para
varios medios -incluida La Nación- tanto masivos como especializados en Costa Rica, Latinoamérica, EE.UU. y Europa, y nunca un editorialista me había espetado un
“manual” como base para publicar en esos medios, pues se trata de
un simple respeto profesional. Si un
editorialista tiene algún cuestionamiento a lo que escribió un colaborador –sea de contenidos o de estilo- en un artículo determinado, lo que hace es comentarlo directamente
al que escribe, para negociarlo como política editorial. Todos
estos cuestionamientos los hago, además, porque asumo que esos criterios periodísticos de supuesta "objetividad o equilibrio" en la escogencia de información, contenidos, temas, formas o
estilos de redacción, no dejan de ser -en este caso específico-
sumamente antojadizos y arbitrarios, lo cual no tendría ningún problema si este
medio fuera el semanario, revista o página web particular de este señor, que no lo es.
Por eso considero particularmente, y no lo generalizo (como si
lo hace el Sr. Hurtado al situarse como una especie de lector-editor "ideal” en la escogencia de lo que se publica o no en Ancora y
de lo que pueden leer o no sus lectores) que este semanario ha perdido en los últimos años la presencia y repercusión tanto mediática como informativa que tenía hace un tiempo en el medio
artístico y cultural costarricense, pues se ha convertido en un aburrido
espacio de artículos breves -estilo “reader´s
digest”- que no tratan ni con seriedad ni con profundidad, en la mayoría de los
casos, las “ciencias” y las “artes” que se proponen abordar; pero que
tampoco realiza lo que debería ser –a mi entender- su objetivo principal: no solo “informar”, sino visibilizar y situar problemas,
debatir y polemizar dentro del
medio artístico y cultural costarricense, y más allá de éste; pero
además, ponerlo a dialogar con temas y problemáticas más allá
de su contexto.
En cuanto a la escritura misma y sus bemoles, un semanario cultural
más que ningún otro medio –deportivo, de moda, de farándula, etc- precisamente
por las características de los lectores a los que va dirigido, se supone más
interesados y abiertos a estos "experimentos", puede permitirse la libertad de ser más flexible e
incluso arriesgado con el lenguaje que maneja, tanto textual como visual, pues
precisamente sus potenciales lectores y colaboradores, trabajan o
están cercanos a estos campos de escritura y visualidad. Así, si nos guiáramos por las normas del manual del Sr Hurtado, me imagino que los espacios más o menos masivos de reflexión y crítica artísticas, no hubieran podido ir más allá del carácter didáctico que le confería a estos escritos Diderot, que en la época en que fueron expuestas eran muy necesarias por la función educativa que podrían desarrollar, pero que esgrimirlas en la actualidad -de manera ortodoxa- resulta no solo profundamente conservador, sino además un sinsentido. Como expuso Charles Baudelaire a mediados del siglo XIX -y también lo hizo Oscar Wilde a finales de ese siglo, y lo enfatizó Roland Barthes en "Crítica y Verdad" o Tzvetan Todorov en sus entrevistas-conversaciones de "Crítica de la crítica"- las reflexiones sobre artes y literatura en medios masivos deben ser serias en sus planteamientos y contenidos, pero a la vez apasionadas y vehementes en sus argumentos y puntos de vista, no un rejuego de retórica apolinea -belleza, perfección y armonia ante todo- para supuestamente hacerlas "diáfanas, equilibradas, legibles"; qué hubiera quedado de la experimentación literaria (de Cervantes a Joyce), ensayística (de Montaigne a Paz), crítica (de Baudelaire a Barthes), si siguiéramos esas ortodoxas reglas de escritura.
Por otro lado, desde el "lector" y los recursos de comunicación: considerar a quienes leen o quienes miran, tanto en un sentido visual como textual, especie de sub-normales, que hay que darles temas y escrituras “didácticas-entendibles”, o sea, predigeridas y sosas, con un criterio "editorial" que no tiene ningún tipo de fundamentación ni sustento palpable (si acudimos al paradigma de las “estadísticas” o de las “ciencias” para sustentar esto), no es más que puro personalismo, disfrazado de “objetividad” periodística.
Por otro lado, desde el "lector" y los recursos de comunicación: considerar a quienes leen o quienes miran, tanto en un sentido visual como textual, especie de sub-normales, que hay que darles temas y escrituras “didácticas-entendibles”, o sea, predigeridas y sosas, con un criterio "editorial" que no tiene ningún tipo de fundamentación ni sustento palpable (si acudimos al paradigma de las “estadísticas” o de las “ciencias” para sustentar esto), no es más que puro personalismo, disfrazado de “objetividad” periodística.
. Sobre estética y arte
contemporáneos:
El tema
del “arte contemporáneo”, su in-visibilidad y los prejuicios con que ha sido analizado, fue la base sobre la que se
cuestionaron las posiciones de ese semanario en los correos de días recientes, lo que
me permitió leer algunas afirmaciones o breves comentarios del editorialista
de Ancora, que me resultaron muy llamativos de sus percepciones al respecto,
más por sus desconocimientos y lo que omite,
que por lo que dice...
Así, en una breve disertación sobre la diferencia entre “artes plásticas” y “artes visuales”, el Sr. Hurtado recurre a Aristóteles para legitimar su distinción (lo cito: “Las artes plásticas son las que ofrecen objetos físicos que revelan trabajo de la forma. Las artes visuales son las que se hacen para que la gente las vea. Esto equivale a la diferencia aristotélica de la especie y el género”).
Así, en una breve disertación sobre la diferencia entre “artes plásticas” y “artes visuales”, el Sr. Hurtado recurre a Aristóteles para legitimar su distinción (lo cito: “Las artes plásticas son las que ofrecen objetos físicos que revelan trabajo de la forma. Las artes visuales son las que se hacen para que la gente las vea. Esto equivale a la diferencia aristotélica de la especie y el género”).
Con esta confusa referencia a Aristóteles, obtenida de
quien sabe qué “interpretante”, el editor demuestra sus cuestionables conocimientos
sobre el tema al que se refiere. Para
cualquier profesor o conocedor de estética, esta alusión no
resulta más que una pedantería innecesaria y -por lo demás- errada, pues es
sabido que lo que nos ha llegado fragmentariamente de Aristóteles, referido a la estética y las
distinción entre artes, pertenece a la primera parte de su Poética, donde este filósofo no realiza directamente ninguna distinción explícita entre artes “plásticas” y “visuales”, pues esos términos simplemente
no existían en la antigüedad griega tal y como se conocen hoy. Por lo tanto, la extrapolación que realiza el Sr. Hurtado a la supuesta diferencia entre "especie y género" para referirse a las artes "plásticas y visuales", refleja esa necesidad de establecer continuamente distinciones entre técnicas o lenguajes, contenido y forma, tan propio de una modernidad que leyó de una manera bastante formalista, tanto a Platón y Aristóteles, como a la tradición renacentista-iluminista que la continuó.
Las
distinciones entre artes visuales y literarias, entre artes manuales,
bidimensionales o espaciales -en “Occidente” al menos-, aunque proceden indirectamente
de la tradición clásica greco-romana, fueron totalmente actualizadas como distinción genérica y conocimiento general,
desde el surgimiento de la estética como “disciplina” a lo largo del siglo XVIII: del Laooconte de Lessing y la Crítica del Juicio de Kant, pasando por todo el siglo XIX –de Hegel a Nietzsche-;
para desembocar en los estudios especializados del
siglo XX de historiografía del arte –iconología, sociología, etc-, así como en la
irrupción de los medios tecnológicos, la fotografía y el cine sobre todo, en el
ámbito estético-artístico desde el siglo XIX y durante el XX y hasta la
actualidad, donde los medios digitales-virtuales
vuelven aun más complejas y difusas estas supuestas distinciones o fronteras que se pretendieron realizar
entre las “artes”. O sea, desde Aristóteles -que sin duda fue y sigue siendo, a
pesar del origen difuso de sus escritos, una base muy importante para entender algunas
distinciones y elementos relacionados con las artes y la estética- ha llovido
mucho, y no solo en Costa Rica, y los planteamientos dedicados a la estética y
las distinciones entre lo “plástico” y lo “visual”, tienen una infinidad de
referentes más actuales y precisos que Aristóteles: desde Panofsky, Gombrich o
Warburg, hasta Danto, Didi-Huberman, Foster
o Mitchell, para mencionar solo unos pocos...
Por eso,
la anacrónica “distinción” que este editor hace y las percepciones
estéticas que deben acompañarlas como referentes (posiblemente más cercana a la
idea de “mímesis” de Platón y lo apolineo, que a la de catarsis o re-creación de lo real desde
la representación que expone Aristóteles sobre todo en torno al
teatro, que fue sobre lo que más escribió o analizó), cuando menos
debería actualizarlas, para que en una explicación periodística
sobre el tema, no tenga que recurrir a tan añejos referentes.
Por otro lado, si el Sr. Hurtado se actualizara un poco en sus lecturas ensayísticas y filosóficas, se daría cuenta que incluso algunos de los filósofos a los que alude irónicamente como “popmodernos” (como hizo con el texto sobre lo “contemporáneo” de Giorgio Agamben, que recomendó Sergio Villena en los correos), para ningunearlos, tienen posiciones críticas respecto al arte y la cultura visual posmoderna y contemporánea. Quizás por eso, solo se le ocurrió acudir al endeble panfleto de A. Sokal y J. Bricmont -Imposturas intelectuales- que supuestamente cuestiona a un grupo de autores contemporáneos claves de ascendencia francesa (de Julia Kristeva a Jacques Lacan, pasando por Jacques Derrida o Jean Baudrillard) por supuestamente “abusar” de manera arbitraria, de conceptos y términos de las ciencias y no aportar argumentos “demostrables” para sus afirmaciones; sin tratar de comprender -como han analizado múltiples especialistas en estos temas- las particularidades de los libros-ensayos y autores que ponen aparentemente en entredicho, de dónde extraen esas referencias "extrapoladas" -según sus percepciones- o cómo son utilizadas y sacadas de con-texto sin ningún rigor epistemológico. De todas formas, no me extraña que el Sr. Hurtado acuda a este mediático panfleto –que tiene muy escaso prestigio en el ámbito incluso de las ciencias- para sustentar sus posiciones anti “popmodernas”, teniendo en cuenta que lo que se dirime aquí, es la posibilidad de que el pensamiento y la reflexión jalonen el conocimiento más allá de los paradigmas de “objetividad y demostratibilidad” supuestamente científicos, o de esos ideales de "belleza, armonía y equilibrio" que propone para quien escribe en su semanario, a través de su manual de estilo, o ejerciendo su función de lector-editorialista “ideal”, con capacidad para decidir qué es entendible o legible y qué no, para todo tipo de público.
Por otro lado, si el Sr. Hurtado se actualizara un poco en sus lecturas ensayísticas y filosóficas, se daría cuenta que incluso algunos de los filósofos a los que alude irónicamente como “popmodernos” (como hizo con el texto sobre lo “contemporáneo” de Giorgio Agamben, que recomendó Sergio Villena en los correos), para ningunearlos, tienen posiciones críticas respecto al arte y la cultura visual posmoderna y contemporánea. Quizás por eso, solo se le ocurrió acudir al endeble panfleto de A. Sokal y J. Bricmont -Imposturas intelectuales- que supuestamente cuestiona a un grupo de autores contemporáneos claves de ascendencia francesa (de Julia Kristeva a Jacques Lacan, pasando por Jacques Derrida o Jean Baudrillard) por supuestamente “abusar” de manera arbitraria, de conceptos y términos de las ciencias y no aportar argumentos “demostrables” para sus afirmaciones; sin tratar de comprender -como han analizado múltiples especialistas en estos temas- las particularidades de los libros-ensayos y autores que ponen aparentemente en entredicho, de dónde extraen esas referencias "extrapoladas" -según sus percepciones- o cómo son utilizadas y sacadas de con-texto sin ningún rigor epistemológico. De todas formas, no me extraña que el Sr. Hurtado acuda a este mediático panfleto –que tiene muy escaso prestigio en el ámbito incluso de las ciencias- para sustentar sus posiciones anti “popmodernas”, teniendo en cuenta que lo que se dirime aquí, es la posibilidad de que el pensamiento y la reflexión jalonen el conocimiento más allá de los paradigmas de “objetividad y demostratibilidad” supuestamente científicos, o de esos ideales de "belleza, armonía y equilibrio" que propone para quien escribe en su semanario, a través de su manual de estilo, o ejerciendo su función de lector-editorialista “ideal”, con capacidad para decidir qué es entendible o legible y qué no, para todo tipo de público.
Esas
son las razones por las que apenas leo en la actualidad ese semanario, y
prefiero por eso interactuar -y recomendar- diversos blogs, revistas y
sitios en la web, que abordan con mucha mayor seriedad y rigor, pero a
la vez frescura y actualidad, tanto informativa como argumentativa,
estos temas relacionados con arte y cultura visual contemporánea (algunos
pueden ser consultados como enlaces permanentes en este mismo blog).
Para terminar, nada mejor
que citar (“cito para mejor expresar mi
pensamiento”, decía Michel de Montaigne, el creador del ensayo libre en el siglo XVI), la excelente referencia
de Walter Benjamin que dejó Tamara Díaz en alguno de esos correos, y que
considero resume lo que podría ser un semanario cultural, con intenciones de
mirar al presente y al futuro, tomando en cuenta el pasado, para no quedar
anclado –como áncora- en ese idílico pretérito: “La destinación de una revista es hacer patente el espíritu propio de su
época. La actualidad de ese espíritu es más importante para ella que su unidad
o claridad; por tanto una revista estaría condenada –como los periódicos– a la
insustancialidad más completa, si en ella no pudiera configurarse una vida con
fuerza suficiente para salvar todo cuanto resulte problemático con base en su
propia afirmación”(Walter Benjamin: Presentación de
la revista Angelus Novus).
3 comentarios:
Estimado Ernesto: Un artículo digno para estar en la portada del Áncora, lo he disfrutado de cabo a rabo, muy serio, pensado, una reflexión muy precisa. Recuerdo el Áncora de los 80's y parte de los 90's, yo los coleccionaba. Ahora, lo ojeó más por costumbre que por un interés real en su contenido.
gracias Cristian, una lástima que eso pase, pero al menos quedan estos medios "virtuales" para quebrar un poco al menos, esos monopolios informativos y la falta de calidad y seriedad que muchas veces los caracteriza en sus mismos ejercicios periodísticos.
Gracias por abrir estos otros espacios de crítica
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