17 sept 2012

Esto no es un áncora: políticas editoriales, estética y arte contemporáneos



Esto no es un áncora
 
de políticas editoriales, arte y estética contemporáneas


La “polémica” que se ha suscitado en los últimos días, a través de correos electrónicos, sobre la responsabilidad de un semanario cultural –Ancora, de La Nación- en el abordaje y visibilización de temas relacionados con arte y cultura visual contemporáneas, ha derivado en varias intervenciones y algún artículo reciente que, al haberlos leído y contrastado, me han llamado la atención no solo por lo que dicen o expresan, sino por lo que subyace tras ellos, por lo que omiten más que por lo que evidencian... 

Expresaré aquí mis puntos de vista acerca de algunos de ellos, y los publico en mi blog personal, pues considero que justamente uno de los aspectos neurálgicos que se está debatiendo aquí, es no solo la falta de información, conocimiento y/o los prejuicios de este medio masivo de información –o más bien de su editor- en cuanto a las problemáticas de estética, arte y cultura visual contemporáneas, sino acerca de “políticas editoriales” en general.  

. Sobre “políticas editoriales”:

El Sr. Hurtado, editorialista jefe –y al parecer único- del semanario Ancora, ante las interrogantes y los cuestionamientos que se le han hecho a través de múltiples correos electrónicos en semanas recientes, expuso de manera diáfana su punto de vista al respecto: “el responsable del contenido soy yo”. Con esa frase, el Sr. Hurtado me hizo recordar aquella célebre -L'État, c'est moi”-  que pronunció Luis XIV a finales del siglo XVII, aunque en este caso acotadas a las escasas páginas a las que ha sido reducido el semanario Ancora.

Siguiendo su etimología misma, pareciera que “anclar” sus perspectivas en algún sitio bien hondo y oculto es la intención de este semanario, pues en los últimos años se ha alejado de lo que debería ser su propósito principal: actualizar, interactuar, debatir, polemizar, increpar -aun con propósitos informativos y educativos- al  medio artístico y cultural costarricense; y más allá, ponerlo a  dialogar con problemáticas y temas que rebasen su contexto físico y simbólico. 

Por eso me cuestiono si existe algo parecido a una política o línea “editorial” en este semanario, o simplemente está sometido a lo que se le ocurra o antoje publicar a su editor- jefe, pues sino existe un equipo editorial -como es algo común, y profesional, en cualquier semanario o revista literaria-cultural que se respete-, al menos deberían existir algunos especialistas o “asesores” editoriales de los múltiples temas relacionados con las artes, que orienten al menos  a este señor, pues es imposible que una sola persona pueda abarcar todos los conocimientos suficientes para tomar decisiones editoriales sobre las muy diversas  tendencias o eventos del arte y la cultura que se producen en la época actual, aun en un contexto pequeño como el costarricense. 

Que no existan esos asesores editoriales para darle una perspectiva un poco más plural y abierta a lo que se publica en este semanario, pero además, que muchos colaboradores anteriores –escritores, ensayistas, críticos, periodistas, como mencionó alguien en uno de los correos- que antes publicaban en este medio, no lo hagan en la actualidad, habla por sí solo de las in-capacidades del Sr. Hurtado para atraer a profesionales valiosos en sus especialidades.     

Ahora bien, aparte de dejarnos claro que solo “él” es quien decide qué se publica -o no- en el semanario Ancora, y por lo tanto, seguramente qué temas se abordan, el otro argumento, aun más sorprendente, que el Sr. Hurtado esgrime para sustentar su “política editorial”, es el  “manual" de escritura que receta a sus colaboradores, y para ello acude a una frase no menos antológica: “Lo que no se entiende no se publica porque no se lee” (textos “vagos, metafísicos” les llama); para luego situarse él mismo como una especie de “lector-escritor” común o promedio, aun cuando los breves textos  que he leído suyos -llamados “Disquisiciones”-  están justamente plagados de vagas referencias a filósofos, literatos, etc., de al menos dos siglos de antigüedad casi siempre, que pudieran considerarse  precisamente “metafísicas”,  pues no se toma el mínimo trabajo de situarlas en sus con-textos históricos y de pensamiento.  

Al menos para mí como lector (que no me considero “promedio”, como dice de sí mismo el Sr Hurtado),  sus “disquisiciones”  me resultan de los más críptico pero a la vez de lo menos disfrutable que he podido leer en un semanario cultural o literario,  pues ni abordan un tema específico, ni llegan a ningún lugar en los "argumentos" que plantean, y por ello mismo se vuelven justo un modelo “di-vagación metafísica”. El Sr. Hurtado, que al parecer se considera un émulo de Jorge Luis Borges y dicta manuales de escritura, no ha entendido que el lugar para publicar sus breves “disquisiciones”, no es  un semanario cultural, sino un libro de miniprosa  -ensayística, poética, o como quiera llamarle- que pudiera financiarse él mismo, sino encuentra una editorial que se decida a publicarlo. 

Por lo tanto –y para no divagar más- que alguien que escribe esos tan breves aunque inentendibles textos, anteponga un “manual de estilo" hecho por sí mismo, para dictar quién pública o no en “su” semanario, no deja de ser sospechoso de que el verdadero motivo de tal particular política editorial, no es tanto el “estilo” gramatical o literario del que desea publicar, sino de quién y qué se desea publicar.  Pienso que, en última instancia, eso es lo que está detrás de ese famoso manual  y de la escasa y selectiva publicación de temas sobre arte –y más específicamente sobre arte contemporáneo- que se maneja en este  semanario desde hace algunos años y hasta la actualidad.

Igualmente, que se esgrima el pretexto de “claridad textual” hacia un “público promedio”,  tomándose a sí mismo como medida del “lector ideal”,  sin que se nos justifique bajo qué normas o parámetros  se realizó ese manual, no es serio ni sustentable desde ningún punto de vista: ¿sobre qué criterios periodísticos, literarios, gramaticales se realiza  esto? ¿o es que el Sr. Hurtado tiene la  “verdad” sobre el recurso de la comunicación periodística-cultural para públicos diversos en su mente? ¿cómo demuestra este editorialista quién “entiende” -o no- los textos que se publican en su semanario, tanto a nivel de temas como de contenidos y estilo?  ¿acaso recibe la continua retroalimentación crítica de amigos “lectores”, porque al menos en la web, los artículos están plagados de “cero” comentarios, según constaté en días recientes.

He trabajado como crítico de artes  visuales y cine para varios medios -incluida La Nación-  tanto masivos como especializados en Costa Rica,  Latinoamérica, EE.UU. y Europa, y  nunca un editorialista me había espetado un “manual” como base para publicar en esos medios, pues se trata de un simple respeto profesional. Si un editorialista tiene algún cuestionamiento a lo que escribió un colaborador –sea de contenidos o de estilo- en un artículo determinado, lo que hace es comentarlo directamente al que escribe, para negociarlo como política editorial.   Todos estos cuestionamientos los hago, además, porque asumo que esos criterios periodísticos de supuesta "objetividad o equilibrio" en la escogencia de información, contenidos, temas, formas o estilos de redacción,  no dejan de ser -en este caso específico- sumamente antojadizos y arbitrarios, lo cual no tendría ningún problema si este medio fuera el semanario, revista o página web particular de este señor,  que no lo es.

Por eso considero particularmente, y no lo generalizo (como si lo hace el Sr. Hurtado  al situarse como una especie de lector-editor "ideal” en la escogencia de lo que se publica o no en Ancora y de lo que pueden leer o no sus lectores)  que este semanario ha perdido en los últimos años la presencia y repercusión tanto mediática como informativa que tenía hace un tiempo en el medio artístico y cultural costarricense, pues se ha convertido en un aburrido espacio de  artículos breves -estilo “reader´s digest”- que no tratan ni con seriedad ni con profundidad, en la mayoría de los casos, las “ciencias” y las “artes” que se proponen abordar; pero que tampoco realiza lo que debería ser –a mi entender- su objetivo principal: no solo “informar”, sino visibilizar y situar problemas, debatir y polemizar dentro del  medio artístico y cultural costarricense, y más allá de éste; pero además,  ponerlo a  dialogar con temas y problemáticas más allá de su contexto.  

En cuanto a la escritura misma y sus bemoles, un semanario cultural más que ningún otro medio –deportivo, de moda, de farándula, etc- precisamente por las características  de los lectores a  los que va dirigido, se supone más interesados y abiertos a estos "experimentos",  puede  permitirse la libertad de ser más flexible e incluso arriesgado con el lenguaje que maneja, tanto textual como visual, pues precisamente sus potenciales lectores y colaboradores, trabajan o están cercanos a estos campos de escritura y visualidad. Así, si nos guiáramos  por las normas del manual del Sr Hurtado, me imagino que los espacios más o menos masivos de reflexión y crítica artísticas, no hubieran podido ir más allá del carácter didáctico que le confería a estos escritos Diderot, que en la época en que fueron expuestas eran muy necesarias por la función educativa que podrían desarrollar, pero que esgrimirlas en la actualidad -de manera ortodoxa- resulta no solo profundamente conservador, sino además un sinsentido. Como expuso Charles Baudelaire a mediados del siglo XIX -y también lo hizo Oscar Wilde a finales de ese siglo, y lo enfatizó  Roland Barthes en "Crítica y Verdad" o Tzvetan Todorov en sus entrevistas-conversaciones de "Crítica de la crítica"- las reflexiones sobre artes y literatura en medios masivos deben ser serias en sus planteamientos y contenidos, pero a la vez apasionadas y vehementes en sus argumentos y puntos de vista, no  un rejuego de retórica apolinea -belleza, perfección y armonia ante todo- para supuestamente  hacerlas  "diáfanas, equilibradas, legibles"; qué hubiera quedado de la experimentación literaria (de Cervantes a Joyce), ensayística (de Montaigne a Paz), crítica (de Baudelaire a Barthes), si siguiéramos esas ortodoxas reglas de escritura. 

Por otro lado, desde el "lector" y los recursos de comunicación:  considerar a quienes leen o quienes miran, tanto en un sentido visual como textual, especie de sub-normales, que hay que darles temas y escrituras  “didácticas-entendibles”, o sea, predigeridas y sosas, con un criterio "editorial" que no tiene ningún tipo de fundamentación ni sustento palpable (si acudimos al paradigma de las “estadísticas” o de las “ciencias” para sustentar esto), no es más que puro personalismo, disfrazado de “objetividad” periodística.   

 . Sobre estética y arte contemporáneos:       

El tema del “arte contemporáneo”, su in-visibilidad y los prejuicios con que ha sido  analizado, fue la base sobre la que se cuestionaron las posiciones de ese semanario en los correos de días recientes, lo que me permitió leer algunas afirmaciones o breves comentarios del editorialista de Ancora, que me resultaron muy llamativos de sus percepciones al respecto, más por sus desconocimientos y lo que omite,  que por lo que dice... 

Así, en una breve disertación sobre la diferencia entre “artes plásticas” y “artes visuales”, el Sr. Hurtado recurre a Aristóteles para legitimar su distinción (lo cito: “Las artes plásticas son las que ofrecen objetos físicos que revelan trabajo de la forma. Las artes visuales son las que se hacen para que la gente las vea. Esto equivale a la diferencia aristotélica de la especie y el género”)

Con esta confusa referencia a Aristóteles, obtenida de quien sabe qué “interpretante”, el editor demuestra sus cuestionables conocimientos sobre el tema al que se refiere. Para cualquier profesor o conocedor de estética, esta alusión no resulta más que una pedantería innecesaria y -por lo demás- errada, pues es sabido que lo que nos ha llegado fragmentariamente de Aristóteles, referido a la estética y las distinción entre artes, pertenece a la primera parte de su Poética, donde este filósofo no realiza directamente ninguna distinción explícita entre artes “plásticas” y “visuales”, pues esos términos simplemente no existían en la antigüedad griega tal y como se conocen hoy. Por lo tanto, la extrapolación que realiza el Sr. Hurtado a la supuesta diferencia entre "especie y género" para referirse a las artes "plásticas y visuales", refleja esa necesidad de establecer continuamente distinciones entre técnicas o lenguajes, contenido y forma, tan propio de una modernidad que leyó de una manera bastante formalista, tanto a Platón y Aristóteles, como a la tradición renacentista-iluminista que la continuó.   

Las distinciones entre artes visuales y literarias, entre artes manuales, bidimensionales o espaciales -en “Occidente” al menos-, aunque proceden indirectamente de la tradición clásica greco-romana, fueron totalmente actualizadas como distinción genérica y conocimiento general, desde el surgimiento de la estética como “disciplina” a lo largo del  siglo XVIII: del Laooconte de Lessing y la Crítica del Juicio de Kant, pasando por todo el siglo XIX –de Hegel a Nietzsche-; para desembocar en los estudios especializados del siglo XX de historiografía del arte –iconología, sociología, etc-, así como en la irrupción de los medios tecnológicos, la fotografía y el cine sobre todo,  en el ámbito estético-artístico desde el siglo XIX y durante el  XX y hasta la actualidad, donde los medios digitales-virtuales vuelven aun más complejas y difusas estas supuestas distinciones o fronteras que se pretendieron  realizar entre las “artes”. O sea, desde Aristóteles -que sin duda fue y sigue siendo, a pesar del origen difuso de sus escritos,  una base muy importante para entender algunas distinciones y elementos relacionados con las artes y la estética- ha llovido mucho, y no solo en Costa Rica, y los planteamientos dedicados a la estética y las distinciones entre lo “plástico” y lo “visual”, tienen una infinidad de referentes más actuales y precisos que Aristóteles: desde Panofsky, Gombrich o Warburg, hasta  Danto, Didi-Huberman, Foster o  Mitchell, para mencionar solo unos pocos... 

Por eso, la anacrónica “distinción” que este editor hace y las percepciones estéticas que deben acompañarlas como referentes (posiblemente más cercana a la idea de “mímesis” de Platón y lo apolineo, que a la de catarsis o re-creación de lo real desde la representación que expone Aristóteles  sobre todo en torno al teatro, que fue sobre lo que más escribió o analizó),  cuando menos debería actualizarlas, para que en una explicación periodística sobre el tema, no tenga que recurrir a tan añejos  referentes. 

Por otro lado, si el Sr. Hurtado se actualizara un poco en sus lecturas ensayísticas y filosóficas, se daría cuenta que incluso algunos de los filósofos a los que alude irónicamente como “popmodernos” (como hizo con el texto sobre lo “contemporáneo” de Giorgio Agamben, que recomendó Sergio Villena en los correos), para ningunearlos, tienen posiciones críticas   respecto al arte y la cultura visual posmoderna y contemporánea.  Quizás por eso, solo se le ocurrió acudir al endeble panfleto  de  A. Sokal y J. Bricmont -Imposturas intelectuales-  que supuestamente cuestiona a un grupo de autores contemporáneos claves de ascendencia francesa (de Julia Kristeva a Jacques Lacan, pasando por Jacques Derrida o Jean Baudrillard) por supuestamente “abusar” de manera arbitraria, de conceptos y términos de las ciencias y no aportar argumentos “demostrables” para sus afirmaciones; sin tratar de comprender -como han analizado múltiples especialistas en estos temas- las particularidades de los libros-ensayos  y autores que ponen aparentemente en entredicho,  de dónde extraen esas referencias "extrapoladas" -según sus percepciones- o cómo son utilizadas y sacadas de con-texto sin ningún rigor epistemológico.  De todas formas, no me extraña que el Sr. Hurtado acuda a este mediático panfleto –que tiene muy escaso prestigio en el ámbito incluso de las ciencias- para sustentar sus posiciones anti “popmodernas”, teniendo en cuenta que lo que se dirime aquí, es la posibilidad de que el pensamiento y la reflexión jalonen el conocimiento  más allá de los paradigmas de “objetividad y demostratibilidad” supuestamente científicos, o de esos ideales de "belleza, armonía y equilibrio" que propone para quien escribe en su semanario, a través de su manual de estilo,  o  ejerciendo su función de lector-editorialista “ideal”, con capacidad para decidir qué es entendible o legible y qué no, para todo tipo de público.   

Esas son las razones por las que apenas leo en la actualidad ese semanario, y prefiero por eso interactuar -y recomendar-  diversos blogs, revistas y sitios en la web, que abordan con mucha mayor seriedad y rigor, pero a la vez frescura y actualidad, tanto informativa como argumentativa,  estos temas relacionados con arte y cultura visual contemporánea (algunos pueden ser consultados como enlaces permanentes en este mismo blog). 

Para terminar, nada mejor que citar (“cito para mejor expresar mi pensamiento”, decía Michel de Montaigne, el creador del  ensayo libre en el siglo XVI), la excelente referencia de Walter Benjamin que dejó Tamara Díaz en alguno de esos correos, y que considero resume lo que podría ser un semanario cultural, con intenciones de mirar al presente y al futuro, tomando en cuenta el pasado, para no quedar anclado –como áncora- en ese idílico pretérito:  “La destinación de una revista es hacer patente el espíritu propio de su época. La actualidad de ese espíritu es más importante para ella que su unidad o claridad; por tanto una revista estaría condenada –como los periódicos– a la insustancialidad más completa, si en ella no pudiera configurarse una vida con fuerza suficiente para salvar todo cuanto resulte problemático con base en su propia afirmación”(Walter Benjamin: Presentación de la revista Angelus Novus).


3 comentarios:

Cristián Marcelo dijo...

Estimado Ernesto: Un artículo digno para estar en la portada del Áncora, lo he disfrutado de cabo a rabo, muy serio, pensado, una reflexión muy precisa. Recuerdo el Áncora de los 80's y parte de los 90's, yo los coleccionaba. Ahora, lo ojeó más por costumbre que por un interés real en su contenido.

Gekain dijo...

gracias Cristian, una lástima que eso pase, pero al menos quedan estos medios "virtuales" para quebrar un poco al menos, esos monopolios informativos y la falta de calidad y seriedad que muchas veces los caracteriza en sus mismos ejercicios periodísticos.

tamara dijo...

Gracias por abrir estos otros espacios de crítica